Mi amigo Juan fue el jueves a renovar su pasaporte en Madrid, pero le dijeron que las fotos que llevaba -que eran de principios de Enero- no servían y tenía que hacerse fotos nuevas. Intrigado, preguntó el motivo. Y se lo dijeron: usted se ha quitado la barba que llevaba y, claro, ya no se parece.
Desde hace muchos años, Estados Unidos elabora periódicamente un manual (Red Book) en el que aparecen aquellos pasaportes falsificados de todo el mundo, que de una u otra manera (a veces por información dada por los propios falsificadores) han sido localizados y analizados. En el manual se describe con imágenes y de forma detallada todos y cada uno de los aspectos que ayudan a reconocer esos pasaportes, como país titular o finalidad de su alteración. Así, se referencian pasaportes falsificados para fines diplomáticos, de narcotráfico, de terrorismo por especialidades, etc. Dicho manual lo distribuyen entre los servicios correspondientes de los países que ellos denominan «amigos», y con esa información resulta relativamente sencillo obtener indicios fiables de que el pasaporte que estamos examinando es falso dependiendo del país de procedencia por el cosido de las páginas, por una marca de agua, por el tamaño de un sello, por aspectos de la tipografía del visado, por la línea de escritura y otros muchos y variados detalles, pero NUNCA porque quien tiene delante el que examine el pasaporte, no se parezca a la foto.
Ahora puede tener sentido esas miradas de cómica astucia con que algunos policías nos observan en los controles de pasaportes, alternando la vista entre la foto del pasaporte y nuestro careto como si jugasen al juego de las 7 diferencias. Deberemos colegir que en la escuela de policías se imparten nada más y nada menos que «Ciencias Policiales» (con titulación incluida) pero la materia de «identificación personal» queda limitada por la habilidad del madero de cotejar caretos al vuelo. Si cambias peinado o pones gafas o quitas o pones barba… mala cosa. Es decir, que si funciona el terminal de la garita y el nombre que ponga no está en la base de datos, la comprobación estupenda es la habilidad visual del agente de turno.
El falsificador más torpe del planeta es consciente de que para falsificar algo tiene que intentar que la copia se parezca lo más posible al original. Por ejemplo: a nadie se le ocurre falsificar un billete de 500€ y poner 501€; o un cuadro de Greco pintando una avenida del Madrid de la movida ¿verdad?. Pues nada, que para eso los españoles somos los más listos y los polis comprueban la barba, el peinado o el maquillaje de la misma forma que una cajera de gasolinera o de un banco no precisa estudio alguno de peritaje caligráfico para poder determinar si la firma que haces y la que comprueba están hechas por la misma persona. Con un par, si señor.
Faltaría más.