Geopolítica para mentes humildes

Más de un año para que una potencia militar de primer orden se adueñe de una parte de un país vecino… pero empleando una contrata de matones. Un país invadido militarmente que tiene apoyo internacional, pero a cambio de no atacar al país invasor. ¿Complicado de entender?

Dos países vecinos y en manos de las respectivas familias mafiosas, Rusia y Ucrania, compiten por el acceso marítimo al Mar Negro, camino necesario para la conexión marítima con el Mediterráneo y por tanto vital para sus intereses económicos. Ponerse a luchar uno contra otro solo significa pérdidas económicas, cosa inadmisible en el negocio. Es indispensable para ambas partes financiar esa competición, y hay que representar una historia para que el resto del mundo participe… pero sin enterarse.

Para contar esa historia harán falta dos “protas” uno para cada bando: uno de los bandos será el de los malos y el otro, lógicamente, el de los buenos.

Para el bando de los malos los del casting han elegido un personaje con cara de malo de Spectra y lo presentan como leyenda de la inteligencia del KGB, que eso impresiona mucho.

Para el bando de los buenos, han elegido a un cómico y le han colocado un jersey de color de semblanzas militares.

El argumento elegido es el siguiente:

el malo alquila, lógicamente, los servicios de otro malo, de un anciano ruso que tiene un negocio que llama Wagner y que consiste en utilizar a desahuciados mentales y psicópatas reclutados en psiquiátricos y prisiones de Rusia para asesinar masivamente a cambio de aliviarles sus instintos básicos. El yayo se encargará de que sus psicópatas vayan a asesinar civiles en Ucrania, recreándose en el terror; pero no en cualquier sitio de Ucrania, no, solo en la zona costera del Mar Negro, y la más próxima a la península de Crimea. ¿Motivo?. Esto… pues no sé… ¿acabar con el nazismo imperante en Ucrania, quizá?. Puede servir. Total, va a dar igual…

Bueno, pues ya está financiado el bueno. ¿Y el malo? ¿Quién lo va a financiar?

Haciendo honor a su leyenda de retorcido hombre de la inteligencia rusa, el malo ya se encargó tiempo atrás de mover determinados hilos en la tierna Unión Europea de modo que la UE, entusiasmada en una mítica agenda para alcanzar el caos en el 2030, consiguiera tener fuerte dependencia energética de Rusia. Lo demás, ya es fácil: mira que hace frío… que te voy a cortar el gas… que no vais a tener para calentaros ni producir electricidad… Bueno… que puedo hacer un esfuerzo… vale… pues os seguiré vendiendo gas…. lo único que os va a salir caro de cojones…

Los actores que hacen de extras, que carecen de importancia son, por un lado miles de ucranianos civiles, mujeres, niños y ancianos y soldados y voluntarios ucranianos embriagados sobretodo de fervor patrio y coraje admirable. Por otro lado unos pocos soldados del ejército oficial ruso embriagados de vodka y temor a sus amos. Y por un tercerlo los “pueblos soberanos” esclavos de la UE, dispuestos a financiar sin saberlo el negocio de las mafias… y sus socios inevitables. Bueno, y con suerte algunos de los «recursos humanos psicópatas» del chiringuito del yayo ruso.

Póngase cómodos y observen la película…

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El ecologista feliz

Elías es un hombre feliz. Elías es un ecologista concienciado escrupulosamente con el cuidado del planeta. Elías hace años que no utiliza plásticos; ni siquiera tiene tarjeta de crédito porque utiliza un reloj que gestiona dinero.

Está muy contento desde que pudo comprar un magnífico coche eléctrico.

Eías está viajando ahora en avión. Va en uno de los avioncitos que se ven llegando a Santa Lucía, ahí, abajo y un poco a la derecha de Puerto Rico.

El avión de Elías es uno amarillo que está ya casi en Santa Lucía

Encontró un billete a buen precio. Ayer salió por la tarde de Madrid en una Airbus A320 hacia Heathrow, esperó allí unas 12 horas y luego tomó un avión enorme, un Boeing 777 hacia Hewanorra, en Santa Lucía, a donde llegará hacia las 15 horas de hoy.

Pero el viaje merece la pena. Va a reunirse con su mujer, que viaja en un crucero que también está a punto de llegar a Santa Lucía. Hace el viaje con su mamá (una antigua promesa que le hizo) y van en un crucero precioso con 2.150 pasajeros ¡y 728 tripulantes! ¡una pasada!.

El barco con la suegra y la mujer de Elías es uno de los de color rosa casi en Santa Lucía. Los barcos de color rosa son cruceros, los otros son mercancías, petroleros, contenedores y esas cosas.

Para entretenerse durante el viaje, Elías, preocupado por el medio ambiente, hace cálculos. Los dos aviones en los que ha viajado iban petados de gente. El Airbus A320 llevaba 211 pasajeros y estimó unos 9 truipulantes. 220 personas que cada una deja una huella media de CO2 estimada de 285 grs/kilómetro, y calculando unos 1.300 Km. de Madrid a Londres serían unos 81.510.000 gramos, ¡unas 80 toneladas de CO2! ¡¡y hay más aviones en vuelo !!.

Elías está horrorizado. Casi no se atreve a calcular el vuelo del Boeing que, afortunadamente solo llevaba 293 pasajeros. Calculó unos 15 tripulantes y unos 6.500 kilómetros, de modo que… a ver… 308 x 285 x 6.500… 570.570.000 gramos ¡¡¡ más de 500 toneladas de CO2 solo su avión !!!. Piensa en el número de Boeings cruzando el Atlántico y cruza los dedos deseando que no lleven más de 10 0 12 pasajeros cada uno.

Presa de una súbita bajada de presión arterial, Elías se queda adormecido. Pero en el sueño le asalta la pesadilla de la contaminación de los barcos ¡miles de enormes barcos! ¡y muchos llevan contenedores en vez de personas!.

Elías se despierta con un sudor frío. Recuerda haber leído que 200 cruceros medios en un año generaron más de 100.000 toneladas de óxido de nitrógeno ¡¡ sin contar petroleros, cargueros, pesqueros… !!, y que una sola compañía (Carnival nosequé) englobando varias empresas emitió casi 10 veces el total de óxido de azúfre que generaron los 260 millones de coches de la UE, Islandia, Noruega, Montenegro y Groenlandia.

¡ Y tienen que volver a Madrid !.

Menos mal que en pocos años no solo los millones de coches sino todos lo aviones y barcos funcionarán con motores eléctricos ¿quizá eólicos pero con fabricación menos contaminante que la de los aerogeneradores actuales? ¡Ojalá!.

Será una maravilla ver los aviones en los aeropuertos y los barcos en los puertos enchufados cargando sus baterías. Elías sonríe ilusionado.

Él sabe que los líderes que han creado la Agenda 2030 lo van a conseguir. Si, muchas baterías… muy grandes… ¿de dónde saldrá tanto litio o lo que sea?… pero seguro que ellos pueden. Hay muchos planetas que ya están a tiro de piedra como aquél que dice.

Los líderes siempre lo han dicho. Hay que confiar. Y Elías pone su granito de arena.

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La estrategia de la Hidra de Ferraz

Al PSOE le falló primero la operación de fagocitar la Región de Murcia o la de Castilla y León. Luego, aparentemente también la Comunidad de Madrid. Aparentemente.

El supuesto acoso y derribo de Isabel Díaz Ayuso bien pudo ser, en realidad, el amago de un gambito de dama para llevarse por delante el barbudo rey del PP, pero tal vez la jugada iba mucho más allá de cobrar una pieza sin valor como Pablo Casado.

Al PSOE no le interesa descabezar algo que ya lo está, el objetivo que realmente interesa al PSOE parece Galicia. El PSOE considera más rentable para sus intereses inmediatos apoderarse de las comunidades una a una que emplear esfuerzos en laminar a un partido terminal; y para ello tenía que sacar al rey gallego de su profundo enroque. La estrategia de Murcia pecó de simple y en Castilla y León no ofrecieron al campo lo que demandaba. La jugada maestra ha sido hacerle hueco a Feijoó en el centro del tablero para que abandonase el enroque tras su parroquia gallega. Casado ni se enteró de que jugó un gambito de dama con las piezas del contrario. Los peones gallegos son feligreses de parroquia única. Ellos votaban Feijoó, no PP, que ya puede despedirse de Galicia.

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La devastadora variante Misery

Hoy me he despedido de 8 terrazas de bares/cafeterías del centro de Madrid, «pa simpre del tó» ante la imposibilidad de tomar un café en cualquiera de ellas, aunque había mesas libres. Los motivos para no poder tomar un café en ellas tenían una cierta variedad: «no tenemos café», «la máquina está rota», o simplemente tenías que entrar al bar, esperar la cola de la barra, servirte tu mismo y que al salir la mesa no estuviese ocupada, en aras de esa característica tan española de contratar el menor número de empleados para ese sector del turismo, y preferentemente y de forma habitual sin una formación mínima con el propósito de gastar poco y ganar mucho.

Siendo cierto que de forma científicamente indemostrable los gobernantes de nuestro reino y virreinos, se han otorgado la condición de pontífices sanitarios para declarar la hostelería (clave del cada vez menor sostén económico turístico) como lazaretos, empeñados en cargarse el negocio del todo, tampoco es menos cierto que en cuanto les han ofrecido colaborar con el Régimen para aliviar su riesgo, les ha faltado tiempo para decir un si entusiasta.

Quizá una de las variantes de pandemia más devastadora que padecemos en España sea la variante Misery, que colabora activamente en la destrucción del tejido económico del país. Su principal característica es la utilización de actitudes miserables de determinados sujetos que, ante la adversidad, no dudan en sacrificar a otros individuos a cambio de alguna ventaja o privilegio.

Los síntomas de Misery coinciden con los que años atrás afectaba a quienes buscando alguna ventaja o privilegio, se convertían en «policías de camaradería», los tristemente famosos kapo en los campos de concentración nazis. Eran reos de los gobernantes igual que los demás pero se prestaban a colaborar con el opresor como guardianes de sus órdenes, para obtener beneficio. Eso es exactamente lo que recuerdan los taberneros dispuestos a ejercer de policías de camaradería con el Régimen, saltándose la Constitución vigente, el RGPD y hasta el derecho de admisión con la peregrina idea de que es «su deber» pisotear los derechos y libertades de los demás con el vano intento de evitar que el Régimen los arrase del todo.

De regreso a casa y considerando la situación, vinieron a mi mente personajes tan variopintos como un admirable filósofo, un psicólogo social, otro psicólogo y un genial actor.

El filósofo observó que el miedo colectivo estimula el instinto de la manada y tiende a producir ferocidad hacia aquellos que no son considerados como miembros de la manada.

El psicólogo social concluyó con un experimento que, quienes no tienen la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, especialmente ante una crisis, transferirán la toma de decisiones al grupo y su jerarquía, convirtiéndose el grupo es el modelo de comportamiento de ellos.

El segundo psicólogo, aplicando el experimento anterior determinó que la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona se mira a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona y por lo tanto no se considera a sí mismo responsable de sus actos.

Pero mi recuerdo final -y que más me satisfizo- fue para la nítida expresión de un genial actor que soltó en un momento en que la gente le causó una fenomenal orquitis: «¡A la mierda!».

Con las honrosas excepciones, que las hay, creo sinceramente que es a donde muchos «hosteleros» se están condenado a ir, actuando ahora como plañideras porque ni lo de ser kapos les va a servir para nada.

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Ciencias de la Desinformación

La desinformación es información falsa o engañosa, que se difunde de manera intencionada para engañar e intentar manipular las creencias, emociones y opiniones del público en general.

El pasado 28 de noviembre en una emisora de TV afín al PSOE, un periodista en nómina de la emisora, entrevistaba a un político del PSOE que fue nombrado director del Centro Nacional de Inteligencia un mes después de la matanza del 11 de marzo en Madrid.

La entrevista venía a cuento por la serie de comentarios que la emisora viene difundiendo en estas fechas sobre el rey Juan Carlos, y aprovechando que el Centro apareció en su momento relacionado con la «desactivación» de una amante de Juan Carlos.

El guion incluía que el licenciado en Ciencias de la Información requiriese al exdirector de Inteligencia sobre la autoría de la matanza del 11 de marzo de 2004 en Madrid, para que este pudiese afirmar rotundo: «El CNI dificilmente podía saber, con la información disponible en ése momento, quién había sido el autor material». Siendo esa contestación una no creíble, que se difunde de manera intencionada para engañar e intentar manipular las creencias, emociones y opiniones del público en general, cabe deducir que la emisora de TV, el licenciado en Ciencias de la Información y el exdirector del Centro coincidieron para desinformar.

No es creíble porque alguna pista que otra sí tenía. Según la hemeroteca, el diario «El País» igualmente afín al PSOE, publicó el 7 de noviembre de 2004 siendo ya director del CNI el entrevistado, un artículo en el que se decía que varias semanas antes de la matanza el CNI ya buscaba a Allekema Lamari, el argelino del cual apareció un trozo de su cabeza entre los escombros del piso en Leganés que explotó al ser descubierto por la Policía 23 días después de los atentados. Y lo describe como «jefe de la célula» asegurando que cinco días antes de la matanza el CNI elaboró una nota interna en la que se destacó la desaparición de Lamari.

El Dr. Haytham Manná publicó con el título «El juez español y el complejo de la quimera de Lámary» un artículo en el que narraba la entrevista que tuvo con Gómez Bermúdez en 2005, -el juez que luego sería presidente del tribunal que juzgó el caso del 11M-, para solicitar la libertad de Taysir Alony, y la curiosidad que le ocasionó la insistencia del juez en su temor a que se repitiese lo que denominó «la quimera de Lamari», haciendo alusión a que Allekema Lamari fue puesto en libertad oficialmente «por error judicial» siendo fiscal jefe de la Audiencia Nacional Eduardo Fungairiño, a quien la periodista Pilar Urbano describió en su libro «El hombre que veía amanecer» como el hombre del CESID (precedente del CNI) en la Audiencia Nacional.

Parece evidente que, o bien el licenciado en Ciencias de la Información carecía de información y por tanto ignoraba el affaire CNI – Lamari, o bien su trabajo en la entrevista consistió en olvidarlo. El exdirector es eso: un señor que dirigió la Inteligencia. Y la emisora es lo que todas: un criadero de opinión.

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La gente útil y el recibo de «la luz»

Decir que Francia es un país chovinista lo consideramos una obviedad.

Olvidarnos de ello es una necedad.

Los españoles somos justamente la antítesis del chovinismo, y quizá por ello, hemos acabado como clientes de los franceses.

Hoy es noticia que el precio de «la luz» (forma coloquial del paganini de llamar a la energía eléctrica) es muy caro, y buscamos culpables -uno de los deportes favoritos de todo español que se precie- en los gobiernos de turno, procurando no mirar a otro lado para poder comprender que el precio no lo marca el gobierno. El gobierno solo chupa lo que considera menester, pero lo que es el precio de «la luz» lo marca un mercado internacional sujeto a la economía de importación y exportación, entre otras, como nos muestran los gráficos correspondientes a agosto de 2021 en el chiringuito Red Eléctrica Española. Si, REE debe ser algo realmente importante y vital en el mercado de «la luz», a juzgar por los 500.000€ anuales que le sueltan a su presidente.

Puede observarse con facilidad que la mayor importación de energía eléctrica, durante el mes de agosto de este año, la compramos a lo chovinistas, igual que sucede los otros 11 meses; mientras que nosotros nos entretenemos majándonos a palos como inmortalizó Francisco de Goya, y mientras le soltamos el pastón religiosamente a Francia. Eso si: a excepción de la sisa de nuestro gobierno de turno.

¿Y por qué compramos tanta energía eléctrica a Francia? Pues por dos razones elementales: porque Francia se ha convertido en el primer productor de energía nuclear en Europa, con 58 centrales nucleares que albergan 72 reactores, y porque producen la suficiente energía eléctrica para dedicar buena parte de ella al negocio de la exportación.

Esas dos razones son razones chovinistas, y Francia nos demuestra en cada acto que los intereses que ellos ejercen por su nación, es diferente del de los españoles con la suya. Es como si lo de «Una, Grande y Libre» ahora lo practicaran ellos, mientras que en España eso es delito, y el lema de nuestro país ahora es «Troceada, Invisible y Esclava».

Entre finales de los 70 y principio de los 90 del siglo pasado, la cosa nuclear en Europa anduvo muy activa, había que posicionarse en el mercado, y hacerlo sólidamente. Por esas fechas (1978), Greenpeace estaba muy interesada en ganar lo que ahora llaman «visibilidad» y adquirió un buque insignia para la organización, al que llamaron «Rainbow Warrior». El auge de las nucleares rápidamente se convirtió en bandera de Greenpeace a nivel mundial, procurando llamar la atención sobre sus postulados antienergía nuclear en todo el mundo, y tenían claro que las pruebas nucleares subterráneas que Francia estaba llevando a cabo en Polinesia francesa, en el atolón de Mururoa era un objetivo suculento. Y empezaron a protestar por aquellos lares mediante su buque insignia.

Pero los franceses son chovinistas y Greenpeace molestaba a sus intereses, de modo que a mediados del 85, una noche en que Rainbow Warrior estaba amarrado en un puerto de Nueva Zelanda, a unas 3.000 millas náuticas de Mururoa, unos pocos kilos de explosivo dejaron al guerrero y su arco iris fuera de juego. Según concluyó la justicia francesa, los servicios secretos de Francia eran culpables del hundimiento del colorido guerrero.

No cabía duda de que lo de «ganar visibilidad» de verdad, resultaba altamente eficiente con la actividad antinuclear en cualquier país… excepto Francia. Ya desde finales de los 70 ETA, una organización terrorista vasca, que mantenía sus guaridas y arsenales en Francia, tomó la bandera antinuclear y en su nombre llevó a cabo -en España, claro- más de 80 atentados, asesinatos incluidos, contra la central vasca de Lemóniz. Como ese goteo no funcionaba decidieron llamar más la atención secuestrando y luego asesinando a un ingeniero jefe, de la central nuclear. Eso si. Eso funcionó y 3 años después se paralizó la central.

Tres décadas después aquí nos quejamos de «qué caro es el recibo de la luz«. Quizá alguno de los que se quejan hoy, hace 30 años era devoto siervo antinuclear.

Cosas de la vida.

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Memorias de un señor raro

A un paisano llamado Anaxarco, un tipo del siglo IV a.C. se le ocurrió un día considerar que la indiferencia hacia las cosas y circunstancias exteriores era la clave para alcanzar la felicidad, de modo que otro tipo llamado Nicocreón ordenó que lo machacasen en un mortero.

Y Pirrón, discípulo de Anaxarco, comenzó a molestar con eso que hoy llamamos escepticismo.

Yo no soy excéptico. Yo soy simplemente raro. Y me vengo dando cuenta ahora que echo la vista atrás, a décadas de mi vida y compruebo que soy poco común. O sea, eso: raro.

Recuerdo que ya de párvulo, cuando por las mañanas formábamos un círculo alrededor de la bandera y la izaban cantando «Cara al sol» levantando el brazo derecho, nunca levanté el brazo ni canté. Tampoco me obligaron ni me castigaron por ello. Sí recuerdo que el himno me sonaba bien, pero me daba vergüenza hacer algo que no sabía qué era, simplemente porque lo hacían todos. Mi sentido de la vergüenza por hacer cosas que no entendía era más fuerte.

Cuando vivía Franco me tildaban de «rojo». Cuando llegaron los socialistas era «facha». Ya digo, un tipo raro de cojones. Cuando no encajas en la tribu te plantan etiqueta si o si.

Y hasta hoy, cerca ya del hoyo, jamás he sido «de» ni «del», nada que tuviera que ver con masas o multitudes,equipos, partidos, asociaciones. Solo en una ocasión me dejé arrastrar por la curiosidad y entré en un grupo que no se tragaba la versión oficial de los atentados del 11-M. Se denominaban «Peones Negros». Duré un par de años, hasta que comprendí que lo sucedido no le interesaba prácticamente a nadie y que aquella asociación, con sus escisiones incluidas, se hundía en las miserias de los enfrentamientos tradicionales de los españoles. Sin embargo no he dejado de curiosear en lo sucedido, especialmente al comprobar que -una vez más- las cosas no son como quieren que creamos.

Tampoco era nada nuevo. Conocí que antes de que ETA eliminase a Carrero Blanco, otros habían decidido su eliminación y pagado generosamente al mediador en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid. Y también la casi perfecta operación de Inteligencia del 23F para aflorar fidelidades confusas, quedó escrita en la Historia como «golpe de Estado» de unos desgarramantas con sable. El pueblo soberano está en condiciones de afirmar sin ambages que FRAP y GRAPO fueron organizaciones terroristas «del comunismo», convencidos de que fue así. O leer que un general de la Guardia Civil afirma que tras la derrota de ETA viene la explotación del éxito y haya más de 300 asesinatos sin resolver y los proetarras sentados en el Congreso. O fuera de nuestras fronteras, los «errores» de Bahía de Cochinos, o del Watergate, o la crisis de los rehenes de Irán.

Una cosa es que entienda y acepte que los Estados tienen trapos sucios y sus propias lavanderías, otra es que tenga que creerme las películas que cuenten.

A día de hoy no consigo digerir que para manejar una pandemia el gobierno hablase al pueblo a través de tres profesionales de las armas, un alertador ronco, una señora que decía cosas y un comité de expertos invisible, y que lo aderezasen con avisarnos de que esa gente armada tenía como misión minimizar las criticas negativas a lo que estaban haciendo. Que tan pronto nos hagan hervir la ropa a 90º al llegar a casa, como que no. A no llevar máscaras como a si. A usar guantes como a no. A limpiar las sillas del bar pero no las del hospital o el transporte publico. O que llamen «error» a inyectar suero en lugar de las vacunas de moda, o prefieran colgar la etiqueta de neganosequé por no aceptar la probable existencia del mercado negro.

Si seré raro que siendo español no me gustan ni los toros, ni el fútbol, ni el flamenco, ni el boxeo.

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DE JUEGOS Y OLIMPOS

Con ocasión de la declaración el pasado año de pandemia, a nivel planetario se está inoculando masivamente a la población unos productos creados en los laboratorios, con la urgencia sanitaria como motivo, y la inevitable urgencia de la Bolsa ahí detrás. Debido a la presión de la urgencia sanitaria, no cabe hablar de creaciones que hayan seguido los períodos de investigación recomendados para productos médicos, lo que se traduce en que los beneficios y los efectos adversos para los humanos, en la práctica, se van conociendo en el día a día.

Quizá por ello resulta inevitable que algunos hayan traído a la memoria el Código de Núremberg o su secuela Declaración de Helsinki, que en su origen en 1947 tuvieron como propósito un acuerdo ético de prácticas sanitarias que previeran la no repetición en el futuro de los experimentos médicos en humanos, al modo de las llevadas a cabo por los médicos nazis.

Quizá el recuerdo de aquellos códigos lo haya provocado la proliferación de medios empleados por políticos de distintos ámbitos, unos para impulsar y otros para imponer, el suministro de esos productos médicos a la población.Viejos fantasmas retornan cuando el terror aumenta y la libertad disminuye. El hecho de que por ejemplo el jefe de la Junta de Galicia pretenda obligar a la población a usar esos medicamentos bajo amenaza de sanciones, o que el presidente de Francia coaccione con naturalidad al pueblo de Francia restringiendo su libertad, salvo que la Ley les legitime para hacerlo, choca frontalmente con lo que el Código de Núremberg pretendía que no se repitiese nunca más:

«Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano. Esto significa que la persona implicada debe tener capacidad legal para dar consentimiento; su situación debe ser tal que pueda ser capaz de ejercer una elección libre, sin intervención de cualquier elemento de fuerza, fraude, engaño, coacción u otra forma de constreñimiento o coerción; debe tener suficiente conocimiento y comprensión de los elementos implicados que le capaciten para hacer una decisión razonable e ilustrada. Este último elemento requiere que antes de que el sujeto de experimentación acepte una decisión afirmativa, debe conocer la naturaleza, duración y fines del experimento, el método y los medios con los que será realizado; todos los inconvenientes y riesgos que pueden ser esperados razonablemente y los efectos sobre su salud y persona que pueden posiblemente originarse de su participación en el experimento. El deber y la responsabilidad para asegurarse de la calidad del consentimiento residen en cada individuo que inicie, dirija o esté implicado en el experimento. Es un deber y responsabilidad personales que no pueden ser delegados impunemente.»

El dilema puede surgir al considerar -o no- experimento este suministro vacunal masivo de productos con escaso conocimiento de sus efectos, positivos y negativos, lo que hace llamativo el hecho de que de forma tan prematura ya se está generalizando la coerción sobre millones de personas, e incluso se ha llegado a optar por otorgar prebendas o dinero a quienes se sometan para que se les suministren esos productos, cuyo carácter experimental es patente.

Aseverar científicamente que estos productos son eficaces, conlleva explicar, también mediante razonamiento científico, la causa por la que a día de hoy Japón, con esos productos suministrados a menos de la cuarta parte de su población, tiene una incidencia de 30 casos por 100.000 habitantes, mientras que España con algo más de la mitad de su población inoculada, aparece en alerta roja sanitaria en Europa con una incidencia superior a 30.000 casos, es decir, mil veces superior a la de Japón . Hay que tener en cuenta que esos datos hablan de contagio, que es lo que esos productos pretenden evitar. A parte de la raza, la disciplina y la higiene, que Japón nos triplique en densidad de población, o tenga un PIB anual cuatro veces superior al nuestro, o encabece la lista de mejores sistemas sanitarios del mundo, en el que el nuestro está en noveno lugar (ya saben: la diversidad esa), parece que pocas cosas más nos diferencian de Japón para justificar esa diferencia de contagios. Alguna razón se me escapa, sin duda.

La esperanza y el pesimismo sobre la eficacia del método vacunal obtienen los argumentos que les convienen con la misma escasez de información; alabando que el contagio de un vacunado sea más leve, o alegando que si se está inmunizado no debería contagiarse. Son divagaciones vacuas.

Lo que no es vacuo en absoluto es que exista o no la legitimidad del Poder para ejercer la coacción sobre los ciudadanos para someterlos a experimentos médicos; justo, lo que el Código de Núremberg confiaba que no volviera a repetirse. Experimentos, si, lo siento pero mientras no cambie el diccionario de la Lengua Española, eso es.

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¡¡ Sorpresa !!

«Un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, particularmente en una crisis, transferirá la toma de decisiones al grupo y su jerarquía. El grupo es el modelo de comportamiento de la persona.»

Journal of Abnormal and Social Psychology (Behavioral Study of Obedience). Stanley Milgram 1963

Gracias al llamado efecto flooding nuestra memoria ya asemeja la del pez: las telenoticias de la noche se superponen a las de esa misma tarde inundando nuestra memoria. El torrente de verborrea e imágenes del último telenoticias se adhiere a la capa más superficial de nuestro saturado cerebro pero sin dejar información alguna (conocimiento) ya nada puede arraigar, quedar fijado.

No digamos ya las noticias del mes pasado. O de las del 20 de enero de 2014. O del 12 de enero de 2017. O el 20 de enero de otro año: 2015. O las de unos días después, del 5 de febrero de ese mismo año. Ya no digamos de las del 29 de febrero de 2012.

¡¡ Sorpresa !! Mismas fechas y mismos titulares: Hospitales colapsados.

Aunque muchos pretendan ver el mundo actual como el orwelliano 1984, no hay que exagerar. Es cierto que el Neolenguaje ya está entre nosotros, también nos han anunciado la existencia de un embrión de la Policía del Pensamiento de Orwell, a cargo de nuestra querida Guardia Civil que tiene como misión neutralizar las críticas negativas al gobierno; o que un prototipo del Ministerio de la Verdad se ha activado para poder etiquetar como falso aquello que considere oportuno. Aunque para desgracia de esos incipientes censores todavía existen las hemerotecas, éstas durarán ya poco y llegaremos a la publicación única de un único ejemplar que se archivará y el Winston Smith de turno reescribirá en él la historia, para que al igual que en la premonitoria novela, la realidad coincida con lo anunciado por el gobierno.

Nuestra memoria de pez no nos lo permite, pero la hemeroteca nos recuerda que cuando en 2012, o en 2014 o 2015 o 2017 llegaban estas fechas, y a pesar de que existían vacunas y la gente se vacunaba masivamente, los hospitales se saturaban con miles de contagiados y algunos de esos miles morían por el contagio. Y como era un problema sanitario pues no utilizaban a la policía ni para amenazarnos ni para restringir nuestros derechos y libertades, ni se obligaba a los comercios a ir a la ruina, ni a los trabajadores a acabar en el paro, ni nos impedían abrazar a la familia o simplemente reunirnos, ni nos hacían ir disfrazados (sin mascarilla, con mascarilla, con guantes, sin guantes), no nos obligaban a ser vacunados con experimentos. La eficacia de las vacunas para esos contagios había seguido un método científico de valoración, adecuación y probabilística y aún así los contagios dejaban atrás un reguero de cadáveres, pero el mundo no se paralizaba.

Pero ahora es distinto. Ahora nos conformamos ¡y hasta aplaudimos!.

Ya en 1951 Solomon Asch demostró el poder de la conformidad en los grupos de personas. Basado en esas experiencias, unos años más tarde, Stanley Milgram realizó otros experimentos sociales de los que extrajo su teoría del conformismo, haciendo hincapié en que el conformismo se activaba especialmente en presencia de una crisis. Y en su teoría de la cosificación destacaba que «la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona se mira a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona.»

En 1971, el investigador Philip Zimbardo llevó a cabo el famoso experimento conocido como el prisionero de Stanford. El resultado destacaba lo impresionable que es la gente y que cuando se le proporciona una ideología legitimadora y un indiscutible apoyo institucional, la obediencia florece en el individuo.

Hace pocos años nos pusieron un miedómetro con ese misterioso líquido que si sube a un avión en un envase de más de 100 mililitros es un arma yihadista horrible, pero si suben al avión 200 pasajeros con 100 mililitros cada uno, no hay problema, y que nos ha puesto a prueba una buena temporada para ver como consideramos natural pasar horas en las colas de embarque, desnudarnos para pasar curiosísimos controles de «seguridad» que tras 5 años de alerta antiterrorista de nivel 4, en lugar de hacerlos la Guardia Civil, se licitan al postor más bajo.

La prueba de que el miedómetro ha indicado que ya estamos a punto es que no solo estamos encantados de llevar un trapo en la boca sino que hasta nos sentimos a salvo de ese virus de la nueva normalidad, sus cepas, sus linajes y de la señora madre que lo trajo. Y deseando que experimenten en nosotros los modificadores genéticos que haga falta. Todo -como siempre- por nuestra seguridad… que es la de la tribu.

Y el que se resista… es un prisionero de Stanford. La tribu se encargará de neutralizarlo.

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Después de la patera

En el laboratorio de análisis de un pueblo de Murcia, 4 marroquíes esperan a primera hora para una prueba testigo de no estar contagiados con el virus de moda. Son entrados en años, se les nota cansados, la ansiedad y el temor en el rostro; las manos callosas, de trabajo manual duro. Demostrar que ese día no están contagiados les cuesta un dinero que no tienen, y que les serviría para comer varios días, pero necesitan desesperadamente el impreso: creen que con esa garantía será más fácil que les cojan para unas pocas peonadas que les permitan dar de comer a su familia.

La mayoría de estos marroquíes llegaron a España sin documentación que les permitiese entrar legalmente en España. Traían muy poco dinero, ni siquiera pudieron pagar el lujo de presentarse en nuestras costas subidos en una patera con el pasaporte en una mano y el teléfono móvil en la otra, jóvenes y con buena salud. No disponían de dinero para pagarse el billete de avión entre Canarias y la Península, y tampoco fueron alojados en centros turísticos con comida y atención médica gratuitos.

Los tiempos han cambiado incluso para los motivos de migración, y por supuesto para las mafias, bien se trate de migrantes de primera o de segunda. A finales de 2020 el número solamente de marroquíes censados en España es de casi un millón. Y censado no es sinónimo de estancia legal en el país.

Las mafias que se ocupan de colocar inmigrantes africanos de segunda en Europa no lo hacen por ganar únicamente el dinero que perciben por presentar pateras con gente en nuestras costas, sea cual sea el motivo de la migración. El emigrante ha de seguir rentando dinero al pasar a ser inmigrante, cuando llega al otro lado del Estrecho.

Nadie suele preguntarse porqué los nacionales en paro no trabajan en el campo. ¿No quieren o no interesan?

Hoy 12 de Diciembre de 2020 se ha sabido de una operación de la Policía contra una empresa familiar española en Fuente Álamo (Murcia) que pagaba 2€/hora, sin horario y en condiciones cainitas a trabajadores extranjeros con estancia ilegal en España, y que disponía hasta de un escondite subterráneo para ocultarlos en caso de inspección.

Las condiciones en que viven y trabajan una gran parte de los trabajadores ilegales, se muestran como la causa principal de la dificultad para reducir el número de contagios en las localidades murcianas de Torre Pacheco y Los Alcázares. El pánico a perder una sola peonada hace que traten de ocultar síntomas o contacto con contagiados. Ellos y sus familias necesitan comer. Los inmigrantes del Campo de Cartagena son distintos de los que alojan en los «resorts» de Canarias.

Son las mafias del otro lado del Estrecho. Basta con hacer una sencilla búsqueda en Google:

«explotación laboral campo de cartagena» y éste es el resultado. Y hablamos de unos meses en los que el confinamiento era exhaustivo… pero los productos debían seguir llegando a su destino. Las mafias siguieron con su negocio.

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