En estos tiempos en que miramos qué gastos reducir, resulta inevitable fijarse en casi todo cuanto nos rodea.
En los últimos días me ha llamado la atención lo evidente que resulta lo superfluo de algunos gastos públicos que son desorbitados y, según parece, totalmente prescindibles. Me refiero a ese conglomerado de personas, vestuario, equipamiento y vehículos terrestres, aéreos y marítimos que engloba la expresión «cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado».
Llegados a éste punto lo normal es que el lector sonría y piense que ¡cómo íbamos a poder vivir sin policía!. ¡Sería el caos y la anarquía!. Yo propongo al lector que sustituya esa respuesta-reflejo por una pregunta: ¿y cómo vivimos con policía?. Observemos desde los aspectos más sencillos hasta los más complejos.
Si usted lleva a su perro atado y provisto de bolsas de recogida de excrementos, y decide bajar a pasear por la playa de -por ejemplo- .Benicasim, tardará poco en llegar la policía, rascarle el bolsillo y obligarle a abandonar la playa con el chucho. Ahora bien: si en lugar de estar usted sólo en la playa con su chucho, se trata de 40 personas que están dejando la playa llena de porquería, latas de cerveza, etc. y los chuchos son varios y pasean sueltos por la playa y nadie se preocupa de recoger lo que puedan dejar allí los perros, la policía se limitará a pasearse por la parte superior del paseo y no osarán molestar a quienes están con los perros en la playa.
Tanto en uno como en otro caso «la policía» se compone habitualmente de dos sueldos, dos armamentos variados, dos equipamientos de material complementario de seguridad, dos vestuarios, y uno o dos vehículos… multiplicado por el número necesario de personal para atender los correspondientes turnos de lo que eufemísticamente llaman «servicio». Todo ello multiplicado por N «patrullas» en cada ciudad y por el número de ciudades.
Algo similar a lo anterior ha podido comprobarse recientemente en las grandes ciudades con la ocupación en acampada de las calles y plazas. Si usted hubiese decidido acampar sólo, no habría llegado ni a montar la tienda de campaña. Siendo cientos o miles la policía actúa (es un decir) de manera distinta, exactamente igual que en el caso de la playa. Y exactamente igual que si usted -sólo- intenta aparcar su coche en mitad del Paseo de la Castellana de Madrid o lo aparcan cientos de personas con la excusa de existir un partido de fútbol.
Sin embargo, las leyes y reglamentos son los mismos. La ordenanza municipal sobre perros en la playa de Benicasim no dice nada sobre el hecho de que se esté celebrando un festival de regae en el pueblo, ni la de Madrid diferencia el hecho de estacionar en La Castellana cuando hay partido o cuando no lo hay, o acampar en la Puerta del Sol dependiendo de que alguien haya puesto en marcha un «movimiento social» o no.
Si personas no autorizadas impiden el funcionamiento normal del transporte público, utilizar unas playas limpias, la libre circulación en las ciudades, o el libre funcionamiento de los comercios en calles y plazas de las ciudades ¿acaso no será eso caos y anarquía?.
Esto son algunos ejemplos de asuntos sencillos. Vamos con los complejos. Con los más esperpénticos de los últimos años.
El conocido como «crimen de los Galindos», en un cortijo sevillano, ya ha pasado a las academias de policía como ejemplo de lo que no debe hacerse en una inspección ocular en el lugar del delito. 37 años después, con los delitos ya prescritos, continúa siendo desconocida la identidad de los autores.
Cinco años después, en Somosaguas (Madrid), son asesinados los marqueses de Urquijo, propietarios de un banco en quiebra. Varios veteranos policías de Madrid, expertos en homicidios, fueron injustificadamente apartados del caso. Un caso que tras muchos vuelcos y revueltas, sigue sin solución y en el que el único encarcelado apareció suicidado en su celda.
En el caso de los asesinatos de Alcácer, (1992) las «fuerzas y cuerpos» exhibieron su poderío con holgura. Misteriosos autores huidos en buques fantasma y ahogados en lejanos mares, peleas entre distintas unidades de la Guardia Civil, y de la Guardia Civil con el hoy denominado Cuerpo Nacional de Policía, para finalmente dejar constancia de su vergonzante fracaso. Cuando familiares y periodistas exigieron respuestas profesionales a sus sencillas preguntas, lo único que consiguieron es que las «fuerzas y cuerpos» implorasen a los jueces la defensa de su «honor» y poco faltó para que padres y periodistas acabasen con sus huesos en la cárcel. Las autopsias oficiales que se realizaron causarían rubor incluso a un concursante de Gran Hermano.
La televisión ha dado cumplida información de la discapacidad del Cuerpo Nacional de Policía por encontrar a Marta del Castillo, una joven que desapareció en Sevilla a principios de 2009. El CNP consintió que tres choricetes iletrados les dejaran en el más espantoso de los ridículos. A cambio, la policía andaluza se preocupó de dar aparatosa cobertura mediática en los telediarios, utilizando helicópteros y embarcaciones y decenas de agentes, mientras de su jefatura eran robados con calma y sosiego más de 100 kgs. de cocaína que supuestamente estaban bajo su custodia.
En Marzo de 2004, tras los atentados a los trenes en Madrid, las «fuerzas y cuerpos» detuvieron y encarcelaron como islamistas terroristas a 29 confidentes o colaboradores de la policía; las pistas fueron aportadas por colaboradores de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía, y entre éstos se organizaron para ocultar a los jueces un vagón entero procedente de los escenarios de los focos de la matanza. Unos y otros buscaron en él restos e indicios y cuando el juez solicitó restos e indicios de los focos de las explosiones, simplemente ocultaron su existencia. La Guardia Civil, encargada por ley del control de armas y explosivos, elaboró un informe en el que reconocía que en una de las minas asturianas que relacionaron con la masacre, y en el último año, habían sido sustraídos unos 3.000 kgs. de dinamita y unos 13.000 detonadores. A fecha de hoy no se ha publicado quién organizó los atentados, se sigue ocultando el arma del crimen, y mantienen encarcelada a gente condenada a más de 420 siglos que no saben ni cómo se llama.
En éstos últimos días se cuestiona a la Policía Científica del Cuerpo Nacional de Policía, por lo que tiene todo el aspecto de ser una nueva hazaña de las «fuerxas y cuerpos» al decir que unos huesos que parecen pertenecer a los niños Ruth y José, desaparecidos en Córdoba a finales al año pasado, eran huesos de roedores. Si se confirma la discapacidad de éstos técnicos policiales, van a ser muchas las cuestiones que deberían ser puestas encima de la mesa, porque son excesivos los casos que permiten cuestionar la utilidad de su existencia. Son demasiadas familias con preguntas que no han sido respondidas o lo han sido falsamente, lo que es más horrible.
Y si damos un vistazo al «terrorismo casero» (una vez agotado el negocio ‘ETA’, ahora está de moda el «terrorismo islámico»), podremos observar que aproximadamente unos 300 crímenes atribuidos a «la banda» permanecen sin resolver, mientras que los encarcelados por los casos resueltos, ahora están siendo redirigidos individual o colectivamente a balnearios caribeños o escaños y concejalías vascuences. Sin contar las veces en que no habrá trascendido cómo las propias «fuerzas y cuerpos» se encargaron de alertar a los propios «terroristas» de su inminente detención.
El cum laude obtenido en la universidad del esperpento, en el campus de la ramplonería se lo lleva la aparición de esa especie de guías del sendero luminoso del buenismo, cuya máximo cerebro parece ser el señor Sánchez Gordillo. El nivel académico obtenido por este hombre y sus discípulos asaltando comercios y negociando posteriormente cómo llevarse lo robado con las «fuerzas y cuerpos» es de tal altura, y causa tantas alabanzas que acredita el reconocimiento a su obra. Es imposible conseguir con mejor logro llevar las cámaras de tv al lugar de la ejecución de una fechoría, para luego obtener testimonio en imágenes de la vergüenza de las «fuerzas y cuerpos» tratando con los delincuentes y víctimas, qué hacer con lo robado.
Por tanto, cuando a la población se le pretende vender una imagen de pretendida eficacia mostrando numerosos y costosos medios, o equipando a esas «fuerzas y cuerpos» con aparejos sofisticados propios de autómatas de video juego, lo que parece que se pretende es enmascarar su propia ineficacia. Por más marciales y robotizadas que resulten las imágenes de los agentes, no dejan de ser más que un costoso video juego. Los comerciantes y transeúntes seguirán siendo coaccionados impunemente por grupos a los que las «fuerzas y cuerpos» no osan molestar , y avasallados por esas mismas «fuerzas y cuerpos» los que individualmente lleven perro a una playa o aparquen en La Castellana o decidan acampar en la Puerta del Sol.
Las familias seguirán sin saber quién, y por qué mató a uno de los suyos, y el pueblo entero sin saber quién les roba su libertad cuando le apetece, y encima es amparado por el Estado.
Por supuesto que existen dentro de esas «fuerzas y cuerpos» gente realmente honesta; incluso existen héroes. Los hubo que no dudaron en dar su vida por salvar la de otros ciudadanos. Pero no es el caso. Lo que se cuestiona es el total de la inversión y el rendimiento obtenido, y las cuentas salen negativas. Y en todo ese derroche, los miembros de esas «fuerzas y cuerpos» que bregan a diario con lo peor de la sociedad, los que literalmente se la juegan cada día, son los peor pagados en esas «fuerzas y cuerpos», con sueldos casi de subsistencia.
La excusa oficial es que cuando los infractores lo son en número elevado y de forma simultánea, el problema muta de ser un problema de seguridad pública a ser un problema político, dejando a ellos la resolución. Y los políticos cuando no ven beneficio pasan la pelota a la autoridad judicial, quien a su vez la pasa al fiscal para preguntarle aquello de «por si ve indicios de delito». Siempre esperando a que se moje otro.
Y cuantos más cargos públicos (jamás tan bien dicho lo de cargas públicas) entren en liza, más está costando hacer nada. Más dinero cuesta un rendimiento nulo.
Cuando hayamos analizado con estos y otros detalles cómo vivimos con ésta policía, podremos considerar cómo podríamos vivir sin ella.
Hace cuatro años, más o menos, se me ocurrió hacerme un ‘chequeo’ médico. Terminé yendo a un radiólogo para que me hiciera una ecografía. Este hombre, (muy simpático, la verdad), me hizo enseñarle la tripa, me pusó un gel o algo similar y me colocó un aparatico con el que iba hacia arriba y hacia abajo. De repente me preguntó mi edad. Sin reparos le contesté: 57. Y entonces me soltó una frase que se me ha quedado clavada para siempre: ¿Y cómo con su edad se le ocurre empezar a ir de médicos? El que no le saque un dolor de muelas le va a sacar, como estoy haciendo yo, una piedra en la vesícula y el hígado algo graso.
Aplícate el cuento, Carlitos. ¿Para qué sales del pueblo? Si no hubieras ido a Benicasim no habrías visto a los perros campar a sus anchas por la playa ni todo lo demás.
Llevas más razón que un santo… Recuerdo que no hace tantos años desaparecieron los serenos de Madrid… Todos creíamos que iba a ser la debacle del siglo… Y no pasó nada.
Quizás lo que de verdad nos hace falta es una buena dieta de adelgazamiento del estado, pero… ¿quién será capaz de cocinar ese guiso?
Un excelente análisis. La situación es deprimente. Salud(os).