TIEMPO DE NAVIDAD

Es tiempo de Navidad, lo sé porque lo dice el calendario y la publicidad consumista con la que nos aturden los grandes almacenes, también me lo recuerda un día en que una musiquilla conocida me retrotrae al pasado cantando números y premios de la lotería nacional, e inevitablemente pienso que, en pesetas, sonaba mejor esa cantinela que ahora con el euro, no sé, me parece que era como más cantarina y alegre, debe ser por la costumbre de tantos años de oírla.

Es tiempo de Navidad, es tiempo de estar alegre por obligación, de quererse de repente todo el mundo, aunque luego nadie se diga «te quiero» por más que esas dos palabras tan sencillas sirvan para arreglar muchas cosas o para hacer que esas personas a las que quieres, lo sepan, porque nunca tenemos la certeza de que habrá un día siguiente para poder decirlas.

Camino estos días por mi ciudad, y por más que lo intento no logro hallar ese llamado «espíritu navideño» en toda la gente que vaga apresurada mirando escaparates, pensando si pueden comprar algo. En esos adornos que no me dicen nada y que si te alejas de las calles más céntricas, han desaparecido por completo. Por no haber ni hay nieve, ni lluvia ni tan siquiera hace frío. Miro y remiro estas calles sucias por la falta de lluvias, llenas de pintadas (que me niego a llamarlas arte urbano), huelo el aire y no me trae olor a ozono, o a castañas asadas, como cuando era niña, ahora solo huele a orín rancio y poco más.

Me siento en un banco al sol de este atípico invierno y mi imaginación vuela a los felices años de infancia. A esa emoción de los últimos días antes de las vacaciones, cuando después de los exámenes tenían lugar las representaciones teatrales, los concursos de villancicos, el envolver primorosamente la labor que habíamos hecho para nuestra madre en la clase de costura. Esa despedida de las amigas y el compartir las últimas confidencias antes de la vuelta después del día de Reyes. Esa alegría en la casa poniendo el belén, riéndonos mientras colocábamos el corcho que imitaba las montañas o el papel plateado que simulaba el rio donde unos patos nadaban cerca de las lavanderas haciendo la colada. Poníamos los Reyes Magos lejos del Portal, y cada día íbamos acercándolos un poco hasta que la noche de Nochebuena los poníamos al lado del niño para que le dieran sus presentes.

Que felices éramos entonces. No imaginábamos que años después el belén sería considerado políticamente incorrecto y el saludar con un «feliz Navidad» sería algo propio de carcas beatos y meapilas. La Navidad estaba en la calle y en nuestros corazones. La Navidad era la familia y los amigos con los que la compartías.

Sigo  soñando despierta, mientras el sol calienta mi cuerpo y me pongo especialmente triste recordándote a ti, papá, son dos años que faltas de nuestro lado y no puedo acostumbrarme al dolor de tu ausencia. Tus frases tan tuyas, tus chistes tan malos pero que siempre nos hacían reír, tu bondad y tu amor por nosotros, que éramos toda tu vida. Me levanto del banco y mientras vuelvo de regreso a casa sigo recordando esos paseos contigo y mis hermanos, cuando nos llevabas a todos los museos de Madrid, lo que nos hacías disfrutar visitando el museo de Ciencias Naturales, el Museo Naval, el del  Ejército, el etnológico…. yo creo que tu eras el que más te divertías contestando nuestras preguntas, producto de la innata curiosidad infantil. Luego nos llevabas al parque del Retiro, y si no llovía y  todavía estaban sin recoger los  montones de hojas muertas amontonadas en grandes pilas, nos dejabas que nos tiráramos sobre ellas, aun a sabiendas de la reprimenda que te ibas a encontrar cuando al llegar a casa,  mamá viera nuestras ropas sucias de tierra.

Sigo evocando ese final de cada día contigo, cuando ya en la cama, siempre después de decir: «A las 10 en la cama estés, antes mejor que después», venías y después de recitar el «levántate José y enciende la vela……» que tu nos habías enseñado, nos leías (bueno más bien amañabas las historias a tu modo) esas aventuras fantásticas de Simbad el Marino, Ali Babá, Aladino y la lámpara maravillosa, o nos leías esos cuentos de Salgari o Zane Grey, dejando para el día siguiente la continuación, siempre y cuando fuéramos buenos y nos durmiéramos pronto.

Llego  a casa, dejo de soñar despierta y sonrío porque he podido disfrutar de ese hombre maravilloso, -mi padre-,  60 largos años, porque he podido conocer lo que significaba vivir la Navidad en una familia unida, que no tiene nada que ver con lo que significa la palabra Navidad en nuestro mundo de adultos. La Navidad es la inocencia de los niños, nada más. En el mundo de los mayores la Navidad es un puro consumismo, ajeno a todo significado con valor humano, más para mí, recordando a mi padre, mi Navidad está en el corazón del hombre que amo, de mis hermanos,  y de los amigos que quiero y añoro, teniéndolos a ellos no hay mucho en mi mundo que se escape.

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Una respuesta a TIEMPO DE NAVIDAD

  1. Mario dijo:

    Hay un gran y bello sentimiento en lo que ha escrito. Gracias por ello.
    Aunque no estoy de acuerdo con usted en echarle la culpa de la suciedad de las calles a la pobre lluvia. La suciedad la dejan los animales, unos más racionales que otros, pero animales.

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