Estos también se han olvidado

Entre el tsunami económico que ruge por doquier, se observan personajes que permanecen a flote… y sin despeinarse, legislatura tras legislatura y gobierno tras gobierno… y sin que ninguno de esos gobiernos se acuerde de ellos… al menos en apariencia.

Hablamos de un país que entrado ya en el siglo XXI sigue manteniendo en vigor  las mismas supersticiones y el mismo tipo de pícaros y golfos que en el siglo XVI. Curiosamente, los modernos aviones de Iberia siguen sin instalar una fila 13, y TDT e internet disputan por dar cobijo a los cientos de videntes, adivinos y demás brujos tecnológicos. Desde luego, cinco siglos para un país tradicionalista como es España, no son nada. Quizá sienta usted curiosidad por saber la posición que ocupa el país en que habita, dentro del mundo de la picaresca y/o la pura golfería. No se preocupe. Ya existe quien se encarga de analizar ésa información, y aquí puede constatar resultados. No quedamos mal del todo. Estamos entre Botswana y Chipre. El consuelo está en saber que -por poner un ejemplo- Uganda ocupa el puesto 143. En España el número de causas abiertas por corrupción está, tan sólo, en torno a un millar. Es decir, hablamos de un país de golfos, desnutridos mentales, pícaros, truhanes, canallas, bribones y otras faunas.

Y llegan los nuevos dirigentes elegidos por el pueblo. Y lloran y se golpean el pecho por ver las arcas vacías. Y anuncian -como los que ya se fueron-  medidas, aunque nunca novedades. Porque ser, es lo de siempre: que los empresarios financien el sistema, hurgar en los bolsillos del funcionario sumiso y meter los dedos en la boca de ancianos, jubilados y pensionistas para arañarles unos garbanzos, y el diezmo al pueblo por lo que compre. Nuca, jamás, gobierno alguno dio muestras de haberse acordado de ellos. Y no digo que no se acordasen antes ni que no lo hagan ahora. Lo que digo es que no dan muestras de hacerlo.

Los modernos cortesanos de la revista Hola y de los programas rosa de TV, nos seguirán siendo mostrados como ejemplo de lo más natural en nuestra sociedad y modelo a seguir, para no dejarnos abatir por el paro y la miseria. Políticos, banqueros, dirigentes sindicales y resto de personajes que se desviven y dejan la piel por nuestro bienestar, seguirán viviendo como los reyes (o los príncipes) (o los consortes de unos y otros) (o los hijos de los unos los otros y los consortes) pero haciéndonos saber lo mucho que sufren por nuestra causa, eso si.

Sin embargo no es de estos clásicos de la picaresca a los que quiero referirme, porque con mayor o menor ignominia, algo cotizan a las arcas públicas. Me refiero a quienes viven de dos de los negocios intocables de este país; a dos de los negocios de los que gobierno tras gobierno desisten voluntaria y públicamente de obtener beneficios: la prostitución y el mercado mayorista de alimentos.

Somos un país cuyos sucesivos gobiernos subvencionan a un banquero porque su beneficio ha sido menor que el año pasado; que subvencionan a un cineasta una película prescindible y que estará en el mercado una semana (con suerte), produciendo -obviamente- pérdidas; que literalmente recurren sistemáticamente a extorsionar a pequeños empresarios, funcionarios, pensionistas y jubilados, pero que son absolutamente incapaces, siquiera, de sugerir la posibilidad de que el negocio de la prostitución cotice a Hacienda como los demás negocios, o de que el mayorista de alimentos suspenda su actividad vampírica en tanto y en cuanto más de un millón de españoles están en la pobreza y varios millones en el paro.

Somos, sin duda, un país que favorece el que éstos también se hayan olvidado de ellos.

 

 

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