La capacidad de adaptación frente a una situación adversa es indispensable para la supervivencia de un partido político. Su comportamiento en estos casos le lleva a aceptar cualquier cosa con tal de perseverar en la mangancia. Veamos unos cuantos ejemplos:
El Partido Popular, mentiroso compulsivo (probablemente el más embaucador de todos), se desgañita en la defensa de la lengua española y luego son sus líderes quienes apoyan su supresión en Galicia o Baleares; o exige «agua para todos» y es incapaz de buscar una solución siquiera para una gota de agua; o dice verse obligado a soltar una rehala de violadores y asesinos en serie, cuando nadie le obliga; o asegura fortaleza frente a independentismo ilegal mientras por detrás les sigue financiando y amparando. Quizá el mayor experto en mangancia.
El Partido Socialista Obrero Español, más Siniestro que socialista, más Oportunista que obrero y más Expañol que español, que cuando no usa la cal viva para «combatir» el independentismo llenando de medallones el pecho de algún general de la Guardia Civil, se asocia con todos los independentistas disponibles para conseguir sus propios fines; o es capaz de robar sin reparo alguno el dinero a los parados para gastarlo en burdeles y lujos mientras se permite acusar al PP dando a entender que aquél es el único corrupto.
Ciudadanos, experto en subirse a trenes al paso, un partido provinciano buscando su hueco a nivel nacional, que igual puede apoyar a partidos de izquierda para pillar cacho en algún municipio o Comunidad, como hacerse fotos en la plaza de Colón con lo más granado de los denominados «conservadores» ¿?.
Podemos, un partido que todavía huele a probeta. Un experimento social de laboratorio capaz de pastorear aquellos descontentos «anti-sistema» etiquetados como 15M, con un líder elaborado con esmero y cuidado que renegaba de «la casta» y alardeaba de vivir en Vallecas hasta que decidió formar parte de aquello que renegaba, irse a vivir a una zona residencial y poner a la Guardia Civil a cuidarle lo suyo en lugar de pagar una seguridad privada. Vamos, todo un ejemplo para aquellos que optaron por seguirle como al nuevo mesías. Y con unos miembros en sus listas que igual entran en una iglesia católica durante los oficios para gritar «Arderéis como en el 36» o «Al Papa no le gusta que nos comamos las almejas», que se ponen en un balcón a cantarle saetas a un Jesús de Salzillo durante una procesión de Semana Santa.
El emergente VOX se presenta como una solución rotunda a la imbecilidad imperante -que ahí está- pero en las listas se les cuelan personajes a los que yo no les dejaría ni diez minutos al cuidado de mis nietos. El método del garrotazo, como ya dejó plasmado Goya, no lleva a sitio alguno. El voto descontento es el voto del que reconoce que ya se ha equivocado una o más veces dando su estampita. Además, Einstein ya aseguró que no albergaba duda sobre la condición de infinitud de la imbecilidad humana. Y era un sabio.
En este negocio de las estampitas, quizá los que menos falsos resultan son los nacionalismos. Grupos burgueses mimados con Franco y con los sucesores, reconvertidos en un mix de partidos políticos que incluyen la apariencia aséptica, los pistoleros, los borregos violentos y los simples idiotas. Los amos de este tinglado procuran mantenerse entre bastidores, y es ese «silencio» en el que se mueven lo que más demuestra su eficacia. Su voto tiene más valor y eso les proporciona la llave para ir apretando tuercas según convenga.
Pues esa tropa es la que ahora le está pidiendo su estampita.