LO IMPORTANTE

Melina

Allá donde esté mi amor está mi casa.
Nos pasamos la vida intentando poner belleza o comodidad en el sitio que elegimos para vivir.
Un buen cuadro, fotos de los que amamos.  Pensamos hasta en el color que deben llevar las paredes para que nos aporten calma y sosiego.  Luces indirectas y cálidas que borren cualquier atisbo de frialdad en el ambiente, un sofá cómodo que invite al descanso. Tantas y tantas cosas que en el fondo son solo eso…cosas.   Creemos que sin ellas el hogar no sería hogar,  que el reposo no sería el mismo,  que la falta de objetos influiría en nuestro estado de ánimo.
¡Que equivocados estamos!

Una estancia en un hospital, que se prolonga más de lo que hubiera deseado, me ha hecho ver lo que realmente significa sentirse en casa.
La habitación es grande, tiene baño, no puedo tener queja de lo que nuestra Sanidad me ofrece.
Las paredes son blancas.  La cama articulada y la mesita con extensión para las bandejas de alimentos, son de color gris, al igual que es gris el color de las puertas de la habitación y del baño.
No hay un cuadro que alegre las paredes, ni flores en ningún jarrón.
El sofá cama para el acompañante del paciente, en este caso para mi, no tiene una tapicería de colores que te haga sentir bien,  también es gris
Muy alegre y acogedor no parece, ¿verdad?

Pero cada vez que miro a la persona que ocupa la cama articulada.  Cada vez que le escucho llamarme,  la fría habitación se llena de luz como si un pase de magia lo hubiera hecho posible.
Y veo flores donde no las hay,  color en donde solo hay gris.  Solo con verle lleno mis ojos de recuerdos felices o tristes,  de tiempo vivido junto a él, y me doy cuenta que no me falta nada, que me da igual la ropa que me vista, que todo lo que atesoro y guardo porque me hace feliz, apenas le concedo un pequeño pensamiento.

Porque todo lo que quiero, es él, porque con él lo tengo todo, porque donde él esté está mi casa. No puedo ni quiero pedir más.

Sentimos el hogar
como una parte más
de nuestro cuerpo.
Cuidamos el detalle
para que cada rincón,
cada pared,
sea para nosotros
un lugar más amable.
Flores en  un jarrón,
cuadros en las paredes,
un sillón tapizado
de colores alegres.
Fotos que nos traen
recuerdos familiares,
música evocadora
de mágicos momentos,
algunos muy fugaces.
Libros, algunos tan leídos,
que llevan el olor
de instantes que vivimos.
Así, al abrir la puerta,
sentimos el orgullo
de sabernos en casa,
de encontrarnos seguros,
de saber que ese espacio
es todo nuestro mundo.
Y cuando algo disturba
ese marco perfecto,
todo se difumina,
porque nos damos cuenta
que una habitación fría,
sin flores, ni detalles,
sin música ni libros,
sin alegres colores,
se convierte en hogar.
Porque mi casa es él,
porque todas las cosas
que me hacían sentir
feliz en el hogar,
se reducen a él.
Nada más, necesito,
mi memoria me guarda
todo lo que yo quiera
como el mejor archivo.
Y viéndole a mi lado,
cualquier habitación
fría e impersonal,
como en un pase mágico
se convierte en mi hogar.

 

 

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