MICE: En inglés, además de ser el plural de ratón, son las siglas utilizadas para definir las cuatro claves más utilizadas para empujar al hombre: Dinero, Ideología, Chantaje, Egolatría (Money, Ideology, Chantage, Egolatry)
En 1938 una emisión radiofónica que aseguraba estar retransmitiendo en directo una invasión marciana, consiguió crear el pánico en el estado de Nueva York y alguno de los adyacentes. La combinación del medio de difusión más potente de la época y la ignorancia/desconocimiento que los oyentes tenían sobre los invasores, se aliaron para generar un impacto social sin precedentes, un clima de pánico que llegó incluso a provocar algunos suicidios.
Desde principios de este siglo, hemos sabido por los medios de comunicación que en Occidente hemos sufrido ataques por unos invasores que han causado más de 3350 muertos y varios cientos de heridos. Desgraciadamente, esta vez no es una broma, pero sin embargo hay cuatro aspectos muy similares a los ocurridos en Nueva York en 1938:
- Nos advierten los medios de difusión.
- Los atacantes proceden del exterior.
- Ignorancia/Desconocimiento sobre atacantes.
- Empleo de armamento no convencional
Entonces… ¿a quién debo temer?
Veamos qué dicen ahora los medios de difusión:
Los primeros ataques en 2001, fueron cosa de unos lejanos yihadistas operando bajo la bandera de un lejano grupo llamado Al Qaeda, y causaron casi 3060 muertos y varios cientos de heridos, utilizando armas no convencionales. A partir de 2010 los ataques seguían siendo de lejanos yihadistas pero ahora actuaban bajo la bandera de otro lejano grupo llamado por ellos mismos ISIS, y por Occidente y despectivamente, DAÉSH.
La imagen que nos dieron de toda Al Qaeda fue un morito con barba de clérigo, el nombre de Ben Laden y el índice-predicador levantado. Con DAÉSH la cosa ha cambiado: En lugar de un único protagonista ahora la cosa es coral; el despliegue comercial de la nueva marca es impresionante, con grandes desfiles en Toyotas recién estrenados, uniformes de diseño y colorido utilizados en ejecuciones masivas en medio de una coreografía espectacular, grabada con todo lujo de medios audio visuales.
Nuestro desconocimiento, adecuadamente especiado con difusas nociones sobre «Oriente», «sunitas», «chiitas», «Mahoma», «musulmán», «Islam», «Irak», «Mosul», etc. facilita que formemos un erróneo silogismo con aspecto de pensamiento sesudo: El yihadista es árabe – Los árabes son musulmanes – Luego todos los musulmanes son yihadistas. Ahora ya sabemos a quién temer y a quién odiar: ¡A los árabes!. Bueno, a los que patrocinan negocios futboleros e invierten en empresas energéticas en España no, pero al resto si. ¿O no?
¿Qué tienen de guerrero religioso los tipos que nos presentan como yihadistas si todos ellos son viejos conocidos de la policía o controlados por servicios de inteligencia o simples delincuentes comunes, por más que los etiqueten de «lobos solitarios» o «corderos esquizofrénicos»?. Y además la pasma sabe cuándo se radicalizan gracias al WhatsApp y al Facebook. ¿Qué pasa, es que además son gilipollas?
Y encima nos amenazan con que «nos quieren invadir». Pero vamos a ver: ¿pará que puñetas van a querer invadirnos un musulmán con un Kalashnikov o un musulmán con un camión si ya hay más de 100 millones de musulmanes en Europa?
En Occidente observamos desolados que los ataques que últimamente ponen en entredicho nuestra vulnerabilidad evidencian que nuestros convencionales sistemas de defensa resultan ineficaces. Viene a ser de nuevo lo contado por Herbert G. Wells hace 40 años en su novela «La guerra de los mundos», al hablar del «rayo calórico» o el «humo negro». Es palmario que emplear cientos de millones de dólares en drones, gepeeses, bombas guiadas por láser y demás ingenios guerrero-comerciales no es capaz de impedir que un pavo se suba a un camión y arrolle a personas, por no indicar aquí otras 17 formas de provocar auténticas carnicerías con mínimo coste en una población confiada. Carlos Mariguella ya dejó claro en su «Minimanual del guerrillero urbano» las razones por las que un hombre adecuadamente empujado ha de ganar al que obra por un salario (habitualmente miserable).
¡Mira que si estos yihadistas resultan ser simples m.i.c.e. …!
Está muy claro que de lo que se trata es de que tengamos miedo, cuanto más, mejor. Y ese miedo se tornará pavor y pánico y entonces nos importará bien poco perder una parte más de nuestra libertad. Y seguiremos invirtiendo en más y mejor armamento que no sirve para nada en detrimento de otros gastos que sí son realmente necesarios. Para que nos puedan controlar a su albedrío es necesario que nosotros sintamos mucho miedo, da igual a qué, pero que sintamos miedo. ¿Qué fue del agujero de ozono, por ejemplo? Se tornó en calentamiento global que no tiene nada que ver con lo anterior. ¿Qué fue de las vacas locas? Porque seguimos comiendo carne de ternera y de vaca en iguales o mayores cantidades que antes. Pero en esos momentos tuvimos mucho miedo y nos dejamos arrebatar parte de nuestra libertad a cambio de una seguridad que, la mayoría de las veces, se ha demostrado ser la cosa más insegura para nuestras vidas. En fin, seguiremos temblando, no de frío, no, de miedo.
Ciertamente nos activan una pseudomemoria selectiva. De seguir insistiendo con la famosa «Gripe A» los negocios de alquiler de bicicletas o coches no habrían podido asomar. Por no decir nada de los papás que aparcan a sus hijos en montones de bolas de colores llenas de babas y sudor de otros. En fin… que no nos merecemos ni tener nuestra propia memoria.