Anecdotario de una bicasada

MelinaVeo poco la televisión, la verdad es que el panorama de programación en los diferentes canales, es bastante desolador, bien es cierto, que siendo como soy una ferviente amante del cine, reconozco que es facil encontrar muy buen repertorio en esa “pequeña caja tonta”,o, buceando en la Red, un buen filón donde escoger, independientemente que también hay ahora una buena producción de series, tanto españolas como extranjeras que pueden satisfacer tus expectativas.

Un día que practicaba mi rito habitual, en busca de alguna película que pudiera interesarme, en una de las cadenas, vi que anunciaban una, que a mí particularmente me resultó simpática y entretenida cuando la vi: “Todos los hombres sois iguales”, así que decidí volverla a ver, y la verdad es que de nuevo logró entretenerme y hacerme sonreír en varias ocasiones, y fue al acabar y recoger para irme a la cama cuando se me ocurrió el motivo del título de este escrito.

He de decir que he disfrutado escribiéndolo, está escrito con amor y con humor, y el tono exagerado de las situaciones reflejadas, no evita que hayan sido reales. También hay que explicar que los años 70 no son ni mucho menos, los de ahora, y que entonces, la mujer casada era una menor de edad legal, no podía abrir una cuenta bancaria, no podía viajar al extranjero sin permiso del marido, si el marido exigía cobrar la nómina de la esposa, podía hacerlo sin problema, el adulterio castigaba duramente a la mujer pero el hombre era tratado en el código penal, con una benevolencia tal que era dificil que una condena se llevara a efecto….Dicho todo ésto, espero que os haga sonreír que para eso está escrito.

Demos gracias a la Providencia, de que todos los hombres, afortunadamente, no son iguales, esto es un hecho irrefutable, pero….., siempre hay un pero, en lo que todos, absolutamente todos (la excepción confirmaría la regla) coinciden es en el modo en que ellos ven todo lo que roce con temas domésticos.

Bueno, para los que no saben demasiado de mí, os diré que soy como el título de este escrito, una “bicasada”, vamos que he tropezado dos veces en la misma piedra.

12.GUIA_

Bromas aparte, los dos hombres importantes de mi vida, mi actual y mi ex, son inteligentes y poseen muchas y muy buenas cualidades, sus caracteres y formación son absolutamente distintos pero en lo que son calcados es cuando, como yo lo llamo, “actúan de hombre”. A mi ex, ahora que el tiempo dulcifica todas las cosas malas y me hace evocar con benevolencia muchos momentos de dolor y recordar tan solo todo lo bueno, que fue mucho, que tuvimos, y, desde la añoranza y la tristeza que me produjo su muerte cuando no había cumplido aún 60 años, podría definirle como un inteligente jeta simpático.

Vaya por delante que siempre mantuve una excelente relación con él. Fuimos y seguimos siendo hasta su muerte, excelentes amigos, y creo que nunca debimos de pasar esa barrera. Como amigo, aún siendo egoísta, fue el mejor, como esposo fue un desastre. Pero, es de bien nacidos ser agradecidos, y Carlos, así se llamaba, fue todo para mi: confidente, amigo, compañero, siempre he dicho que la persona que soy, no hubiera sido la misma sin él. Teníamos tan solo 15 años cuando nos conocimos pero yo era una niña de colegio de monjas y él era un adulto con una cultura y una madurez que no correspondía con su su edad, que me dio la vuelta como se da a un calcetín y me hizo descubrir un mundo en el que yo no había reparado hasta entonces. Me hizo descubrir la belleza de tantas cosas….. Del olor de la tierra mojada, de un atardecer de otoño, de la música de Bach, del valor de la poesía. Me hizo darme cuenta de la situación política que se vivía por entonces, de ese cine o lecturas prohibidas, de tantas y tantas cosas. Por eso siempre estuvimos unidos por un extraño cordón umbilical, siempre estuvimos lejos en la distancia pero cerca en el corazón, y siempre le estaré enormemente agradecida.

La naturaleza le había dotado del don de la palabra, y ya hablara o escribiera podía hacerte creer, como El Cid a doña Jimena, que hacía un sol espléndido aunque fuera de noche, recuerdo que un amigo común a nuestro grupo se enfadó y con razón con él, todos nosotros le dijimos que hablara con el ofendido para aclarar la situación y pedir disculpas, ignoramos como fue su conversación, sólo sabemos que después de la charla mi ex estaba a partir un piñón con él, es más le dijo una frase que ha pasado a formar parte de nuestra historia: “Millón que tuviera, millón que te diera”, y nosotros pasamos a ser los traidores y los culpables del motivo de la ofensa . Tenía una habilidad especial para dar la vuelta a las situaciones; también recuerdo que por aquel entonces me había dado por la vena feminista y mi amado ex, alentaba esta rebeldía mía y me procuraba todo tipo de lecturas que me hacían enardecer, leía todo lo que publicaba Amando de Miguel sobre nosotras, todo lo que los sociólogos no franquistas publicaban sobre la situación de la mujer en el matrimonio, Lidia Falcón, que vista desde mi perspectiva actual, me parece un poco loca a lo Agustina de Aragón, entonces me parecía la mejor representación de la lucha contra el machismo.

Mi libro de cabecera era “ El miedo a la igualdad”, de Betty Friedan, lo leía y releía con verdadera pasión. Hasta ahí todo muy bien, ¿verdad? , pero lo que me hace reír con ganasgimnasia casera (ahora) es que quien me procuraba todo este tipo de lecturas y me decía que yo podía ser ese tipo de mujer nueva que empezaba a despuntar, era el mismo que sentado en el sofá, leyendo, con un whisky en las manos, y habiendo llegado a casa a las nueve y media, esperaba a que yo regresara del trabajo, y puesto que vivíamos en Alcorcón, que yo salía del trabajo a las diez de la noche como pronto, y que el autobús pasaba de hora en hora, era raro el día que llegaba antes de las doce, y , al verme llegar me decía: “cada día más tarde, fíjate a que horas vamos a cenar, corre, la mesa está puesta, y, después de cenar cuando bajes a la perrita, tienes que ir a una farmacia de guardia a por mis gotas de la nariz, que se me han terminado y no puedo ni respirar”.

Claro que lo peor de todo es que Carmelina la libertaria, asumía sin extrañeza alguna todas estas exigencias, es más me sentía culpable de llegar a casa tan tarde. No es que nunca me rebelara, es que ni siquiera veía en mí ese personaje femenino que me hacía saltar de rabia cuando lo leía en esas diversas lecturas.

Tampoco protestaba jamás cuando, sentados los dos en el sofá, cada uno con nuestros libros, me decía: “Tráeme un vaso con hielo y la botella de whisky”, ó, “hazme un café”, ó, “ves al dormitorio que me he dejado allí el tabaco y tráemelo”. No decía ni mu, lo veía natural. He de decir que no lo pedía tal y como yo lo escribo ahora, ¡no!, él era un verdadero seductor con la palabra, siempre había un motivo para no hacerlo él, y siempre había un halago y una palabra amorosa al pedirlo.

Si alguna vez me pillaba excesivamente cansada y esbozaba una protesta, rápidamente con ese pico de oro que tenía me hacía ver lo egoísta que me había vuelto ya que él estaba agotado de ir a la Universidad y de hacer no se cuantos trabajos para algunas revistas y yo, que a fin de cuentas no hacía ningún trabajo que me supusiese un esfuerzo mental, no era capaz de hacerle ese favor, y generalmente acababa diciéndome: “De todas maneras, cielo, hoy estás un poco irascible, estás con la regla ¿verdad? “y , he de reconocer que sí, que cuando rara vez me quejaba, es que estaba con la regla, ¡vaya por Dios!.

Bueno, no creáis, también tenía otro don, cocinaba como los ángeles (en el caso que los ángeles cocinen), pero yo temblaba cada vez que lo hacía, que era casi todos los fines de semana y cada vez que venían amigos a casa. No penséis que cocinaba por ayudarme, como todo hombre que cocina, lo hacía porque le gustaba a él, disfrutaba guisando platos exquisitos que luego degustaba, y hacía degustar, con verdadero placer. Era, un gourmet en todo y, por desgracia se había casado con una mujer sencilla que, aun reconociendo y valorando esa deliciosa comida, disfrutaba exactamente igual con unos huevos fritos con chorizo y patatas fritas. Pero claro, todo cocinero que se precie no es nada sin un pinche que le libere de todas las tareas ingratas que laaños50 cocina conlleva, y ¿adivináis quien era el pinche?, pues sí , que listos sois, ¡era yo!, así que para que él creara un plato, yo pelaba, picaba, trituraba, limpiaba todos los ingredientes que fuera a necesitar y luego fregaba sin parar cada cosa que se manchaba, ya que, nuevamente como todo buen cocinero, exigía una cocina impoluta, sin ningún cacharro ni utensilio sucio a su alrededor. Y, eso sí, el creador era él, yo, a fin de cuentas, sólo hacía que la casa fuera un auténtico hogar, ordenado, limpio y con detalles, pero aunque eso se ve, no se aprecia, tan sólo cuando falta esa mano mágica que lo hace, es cuando se llega a valorar.

Bueno y que decir, que vosotras mujeres no sepáis, del paso de un hombre por el cuarto de baño. Mi ex era muy limpio y, a diario, la ducha era menos terrorífica, pero en fin de semana le gustaba disfrutar de un buen baño, así que nos levantábamos, mejor dicho, me levantaba yo primero porque siempre me gustó madrugar, bajaba a mi perrita e iba al quiosco de periódicos, preparaba el desayuno y limpiaba el salón, teniendo la precaución de cerrar muy bien el resto de las puertas para no despertarle. Cuando se levantaba, -el día anterior me había pedido llamarle a una hora determinada-, desayunaba, leía el periódico, que previamente yo había comprado, y a lo mejor decidía que podíamos acercarnos al Rastro, llamaba a mi hermano, que era otro de sus grandes amigos, y quedábamos para una hora determinada, pero claro, él comenzaba con sus ritos, primero las necesidades fisiológicas, luego la media hora larga del baño, mientras, yo había ventilado el dormitorio, hecho la cama y como ya podía hacer ruido, pasaba el aspirador por toda la casa, ya que teniendo un perro de lanas, yo misma no soportaba encontrarme con pelos por todos los lados y me gustaba limpiar escrupulosamente para que la casa no oliera a nada desagradable.

Me encantan los perros pero asumo que teniendo un animal (de cuatro patas) en casa hay que tener una higiene mucho más cuidadosa.

Cuando salía del baño, limpio y perfumado, se dirigía al dormitorio para vestirse, y entonces entraba yo, pero era incapaz de ducharme en semejante campo de batalla, la bañera sucia, la toalla absolutamente empapada y tirada en el suelo que también estaba encharcado, el lavabo con restos de jabón y pelos de haberse recortado la barba, y la taza del inodoro llena de gotas (habría que dar a los hombres un curso para enseñarles a tener puntería y no manchar nada que no deba ser manchado). Total, que antes de ducharme tenía que ordenar lo que estaba tirado, incluido su pijama, luego me duchaba y después era incapaz de  marcharme sin limpiar y recoger el cuarto de baño.

Así que, casi invariablemente, no había terminado cuando oía su voz que me decía: “Cuanto tardas, siempre tengo que esperarte, así que como es muy tarde y tú te dedicas a perder el tiempo y ponerte a limpiar habiendo quedado, pues me voy que tu hermano ya llevará una hora esperando”. Y se iba, y yo me quedaba recogiendo el dormitorio, que también casada4había dejado patas arriba, poniendo la lavadora y planchando lo que no me daba tiempo a planchar durante la semana. Luego preparaba la comida y lo más gracioso es que cuando volvía a las dos y media o tres, llegaba muerto de cansancio, así que comíamos rápidamente y me decía que tenía que echarse una siesta porque estaba roto, y que por favor procurara no hacer demasiado ruido, entonces yo, que a fin de cuentas no había hecho ningún trabajo extraordinario (nunca mejor dicho lo de extraordinario) recogía la mesa, fregaba los platos ya que entonces no teníamos lavavajillas, (retiro lo de teníamos), no tenía lavavajillas y ya podía descansar un poco en el sofá, leyendo e indignándome con la opresión que sufría la mujer en este país, sobre todo la mujer casada, eso sí , teniendo cuidado de no poner el tocadiscos ni hacer ruido alguno para no despertarle antes de tiempo, -yo era la primera en cuidar su descanso-, y sobre todo sin darme cuenta de mi propia situación. La verdad es que estaba muy enamorada y ya se sabe que el amor…. es ciego, sordo y mudo.

Para terminar, él era como todo hombre, es como si no se dieran cuenta de que un hogar no se mantiene solo, no soportan la suciedad ni el desorden pero deben pensar que todo se limpia y arregla con la fuerza del pensamiento, de todas maneras en esta faceta doméstica, en la cual para no hacer nada, era capaz de convencerme de cualquier cosa y de dar la vuelta a cualquier situación para acabar yo solicitando perdón por pedirle que me ayudara en tareas tan serviles. Mi ex siempre me trae a la memoria una película italiana, una comedia más de los años 70, titulada “Made in Italy” , compuesta por varios sketchs, uno de los cuales me hizo, y me hace aún reír cuando lo recuerdo, lo protagonizaba Alberto Sordi en el papel de un simpático caradura sin fortuna, casado con una mujer muy rica, el cual es sorprendido por su esposa en flagrante adulterio con una jovencita en el lecho conyugal. La esposa indignada, pues sabía ya de sus correrías, le recrimina su acción y le dice que ya está harta así que le conmina a que se vaya de casa, terminando con la frase “a fin de cuentas no me has dado nada”.

Entonces Alberto Sordi, en una interpretación digna de un Oscar, esboza un gesto de intenso dolor, se muerde el labio inferior y con los ojos humedecidos, mira a su mujer con una cara que representa una infinita tristeza por tamaña injusticia y le responde: “¡Nada, no te he dado nada!, (vuelve a morderse el labio y a menear la cabeza con dolor), ¡nada, mi juventud no era nada para ti… pero … no te he dado nada.…!” , la mujer con rabia empieza a caminar hacia su esposo esbozando una protesta y entonces él levanta el brazo derecho en una señal de stop, vuelve a mirarle con gesto de sufrimiento, agarra con la mano a su amante que, desnuda, intenta taparse con la sábana, mientras dice a su esposa: “Tranquila, ahora no digas más. Volveré… ..Yo sé perdonar. “

Mi actual esposo es de un carácter totalmente diferente pero, por desgracia para él, me coge un pelín resabiada y reconozco que todo lo que no he protestado antes con motivo, le protesto a él con motivo pero menos. La verdad es que no es, verdaderamente, un celtíbero al uso, principalmente porque ha estado mucho tiempo solo y claro ha podido darse cuenta que la casa en la que se vive no se cuida sola sino que necesita de alguien que lo haga y como nunca estuvo muy sobrado de dinero , pues tuvo que aprender el dominio de la fregona, del estropajo, de la plancha y observar que la bañera parece que cría una especie de barrillo si no se la limpia a diario.

No obstante, como todo hombre, es cómodo, y ya que ha dado con una mujer “resignada” para estas cuestiones, pues se comportó desde el principio de un modo adorable (sabia estrategia). Me enternecía su disposición para hacer cualquier cosa, incluido el cocinar, pero dado que ya estaba bastante escarmentada de la cocina de los hombres, amorosamente le decía que no se preocupara que ya cocinaba yo (la verdad es que él, sólo sabía guisar dos o tres cosas y no demasiado bien). En las demás tareas ponía un interés desmedido, pero era tan torpe que invariablemente me hacía decir: “ déjalo corazón que ya lo termino yo” .

No se si os habréis fijado que un hombre que se decide a acometer una tarea servil, o sea doméstica, se prepara concienzudamente, y mi marido no es una excepción. Primero coloca todos los productos que vaya a necesitar, limpiamuebles, limpiacristales, bayetas,hombre delantal plumero… etc. pero para ello, te ha ido preguntando donde está cada cosa que tiene que emplear (algo lógico si se tiene en cuenta que no lo suelen hacer a diario e ignoran donde se guardan estas cosas) y claro, la primera vez que pregunta se lo dices, pero a la quinta vez que te dice que no encuentra lo que busca, tú, que ya estás de los nervios, le pones todos los productos a la vista para que no te dé más la murga.

Luego comienza la estrategia del “profesional”. Un hombre no hace dos tareas seguidas. ¡No, que va!, si ha empezado por el aspirador, una vez que ha aspirado el suelo del salón, tiene que hacer un descanso, entonces va a la cocina, y, dependiendo de la hora, se prepara un café o una cerveza, con alguna galleta o algo de aperitivo. Luego, claro, viene el cigarrito y ya está nuevamente dispuesto para acometer el aspirar el resto de las habitaciones. Una vez finalizado ésto, si es que ha decidido que, mientras yo cocino él se encarga de la limpieza de la casa, se dispone a sacar el polvo de los muebles y brillo a los cuadros y demás cachivaches que se tienen en el hogar pero es que por cada mueble, silla o adorno, hace un montón de viajes a la cocina para descansar y tomarse algo a cuenta del esfuerzo.

Siempre me he dicho que si los hombres asumieran las tareas del hogar del mismo modo que las mujeres, serían todos obesos, porque hagan lo que hagan tienen que descansar entre tarea y tarea y picotear algo de comida o bebida para que se les haga más llevadero. Total que entre ésto y que cada dos por tres le oyes decir: “ corazón, ¿que hago ahora?” , como si se tratara de un problema matemático que no supiera los pasos a seguir, acabas por decirle: “anda déjalo que ahora voy yo”. Y es que tu ya has preparado el primer plato, el segundo, a lo mejor hasta un postre, y él todavía está sin terminar el salón, eso si, con un entusiasmo digno de mejor causa.

La verdad es que soy la primera convencida de que los hombres son como son, o eran como eran, por culpa nuestra. Hasta hace muy pocos años, un hombre se casaba y, en palabras de mi abuela, se recogía. Es curioso como a las mujeres nadie nos daba cursillos sobre tareas domésticas, si exceptuamos los fascistoides cursos que, dentro de la asignatura de “Formación del Espíritu Nacional” (F.E.N.), nos daban a las mujeres sobre “Cocina” y “Economía Doméstica”, por lo menos en mi colegio (de monjas, por supuesto). Conservo como una joya este último libro que no tiene desperdicio, hoy en día, con las ventajas de Internet, se pueden encontrar “perlas” sacadas de esos libros que pretendían prepararnos para la vida, aunque la casi única vida que te planteaban era el hogar, y veo que cuando mis sobrinos o amigos jóvenes leen lo que a nosotros se nos daba como enseñanzas, se lo toman como si fuera una broma y se mueren de la risa.

Pero aunque ni hombres ni mujeres tenían experiencia, y aunque los dos tuvieran el mismo nivel cultural, era algo tácito que te encontraras con 23 años casada y que desde eseanuncio momento el hombre era solo eso: El Hombre, y tu trabajabas las mismas horas que él, pero aparte tenías que hacer todo lo de la casa: camas, cocinar, comprar, planchar y te podías encontrar con que si algo hacías mal, pues podías ser tachada de manirrota, por no saber hacer que el sueldo te llegara a fin de mes, te podían decir que “no eras una mujer de su casa” (siempre me ha hecho mucha gracia esta frase), porque no tenias tu casa “como es debido”, o te podías llevar alguna que otra bronca por no saber cocinar, Ninguna de estas situaciones eran mi caso, pero eso era el pan de cada día en esos años 70, así que os podéis imaginar si habláramos de años anteriores.

Vamos, era como si las mujeres tuviéramos algún gen especial para hacer bien todas estas cosas sin haberlas aprendido. Pero es cierto que, debe ser algo innato, que las mujeres sí sabemos organizar un hogar, o mejor dicho, damos por sentado que el hombre es un ser inútil, por no decir deficiente, sin darnos cuenta que tan sólo es un ser cómodo que con eso de que “yo no se” ó “yo no me apaño” pues han vivido y siguen viviendo estupendamente. Creo que las nuevas generaciones lo llevan claro porque, por un lado ellas son muy liberadas y tienen el absoluto convencimiento de que no van a ser esclavas de nadie, pero por otro tampoco están dispuestas a hacer nada ya que en el hogar actual siempre hay una madre que se ocupa de todo y llegan a los treinta años sin haber planchado una camisa, así que puedo imaginar el caos que puede llegar a ser ese hogar si los recursos económicos no dan para buscar una ayuda externa, pero….. eso es otra historia.

Si os toca en suerte un hombre “mañoso” para algunas cosas, como es mi caso, no se que es mejor porque si bien, a la hora de utilizar el “black and decker” para poner una estantería o algún enchufe de la luz u otra pequeña tarea casera, se muestran muy dispuestos y diligentes, a ti te corresponde decir exactamente “donde quieres el enchufe o la estantería, o lo que sea”, luego sueles tener que ayudarle para que quede perfectamente alineado, vamos, para abreviar, que él se limita a hacer los agujeros y a atornillar, luego satisfecho con el deber cumplido, va a descansar y a tomarse, por supuesto, un aperitivo, mientras te dice: “ale, ya está” , y tú tienes que recoger, pasar el aspirador, fregar el suelo que, dependiendo del trabajo, se ha podido poner perdido de polvo y ordenar todo lo que estuviera destinado a esa estantería (en el caso de que ese fuera el trabajo realizado) que se acaba de colocar.

Y que me decís de la cariñosa frase, que tan familiar me resulta, cuando llega la noche y después de recoger la mesa, a lo mejor has comentado que te encontrabas muy cansada, y a lo mejor hay una buena película de esas que se tienen grabadas en espera de encontrar el momento de verla y, claro, tu te dispones a lavar los platos (mientras no haya lavavajillas) y recoger un poco la cocina y entonces amorosamente te dicen: “Déjalo ahora, cariño, ya se hará mañana”. A mí concretamente al principio me enfadaba, pero ahora me da por reír, porque siempre digo que eso de “ya se hará mañana” que querrá decir, ya se hará ¿por quién?, porque si lo voy a hacer yo, pues prefiero lo del refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, claro que…. si lo va a hacer él.

Y cuando comentas algo como “tengo (nunca tenemos) que lavar las cortinas que parece que están un poco sobadas”, o hay que recoger la ropa de invierno y sacar la de verano, ¿os habéis fijado que el hombre suele miraros como si le hablarais en esperanto?. Es como si en ese momento se diera cuenta de que hay cortinas en casa y que por lo visto se lavan alguna vez, y en cuanto a la ropa deben de pensar que un hada buena les coloca su armario con la ropa de cada estación en su momento adecuado.

Hace algunos años, recuerdo que en la revista del periódico “El Mundo” vino un artículo sobre “Claves para entender la mujer al hombre y viceversa” y de verdad que me niego a pensar que el hombre sea tan idiota como lo reflejaban en ese artículo, pero los comentarios que tuve ocasión de oír opinaban que estaba muy bien puesto el varón actual, así que debo estar yo equivocada.

También os puede tocar en suerte un hombre de esos que dicen las mujeres: “mi marido es un santo”, pero lo que se quiere decir realmente es que es adaptable o sea que no protesta ante cualquier situación de caos doméstico, pero no quiere decir en absoluto que eche una mano para remediarlo.

Me explico: Es ese hombre que dice: “Oye amor mío, ¿tu no sabrás donde está mi camisa azul con rayitas?”, lógicamente si son sólo dos personas en la casa está claro que sí sabes donde está (y él también por supuesto), así que respondes con el mismo cariño: “Claro mi vida, donde tú la dejaste cuando te la quitaste el otro día, en el cesto de la ropa sucia, que…, por cierto, ¿se debería de poner una lavadora verdad?”. Por supuesto este tipo de “hombrehombre plancha santo” hace caso omiso de la última frase, dicha en modo impersonal a ver si cuela, pero no se enfada ni te ataca por no tener su ropa lista, simplemente con resignación alegre dice: “no te preocupes» (como si a ti te causara un trauma este hecho), «me pondré alguna de las otras que me vayan con el traje”. Claro, si en este momento tú le dices: “Cielo, es que como hemos estado tan ocupados esta semana»(como veis se le habla en plural a ver si se da por aludido, pero ni por esas) pues están todas por planchar, así que tu verás”. Entonces sí, en ese momento este tipo de celtíbero es cuando demuestra su santidad, porque o bien es capaz de plancharse la camisa sin rechistar (a veces doy fe de que ocurre esto), pero solamente esa camisa, ni una sola prenda más, o bien nuevamente con un: “no te preocupes, ya pienso otra ropa para ponerme”,  se desviste de nuevo y busca en el armario cualquier otra prenda sin demostrarte agresividad alguna.

Bueno. En conclusión. Que tendrán que pasar un montón de generaciones para que el hombre asuma que sus manos sirven también para planchar, hacer las camas etc., etc. y que eso de “¿te ayudo?” ó “¿que hago ahora?”, nos pone de los nervios y al borde del asesinato, aunque no estemos con la regla, y que mientras ese tiempo llega,  pues…. Paciencia, Amor y Humor para compartir la vida con ese menor de edad, nada autosuficiente y bastante inútil aunque a veces adorable, a quien llaman “sexo fuerte”.

No resisto en transcribir alguna “perla” del libro “Economía Doméstica”, editado por la Sección Femenina en el año 1.955. Era una verdadera guía de creación de mujeres sumisas, más bien diría de esclavas, recordando en todo momento que la mujer es notablemente inferior al hombre.

“La familia es una sociedad en la cual se ha de cuidar no sólo de la formación física y moral de sus componentes, sino de la recta administración del patrimonio doméstico mediante el cual la familia subsiste.”

“En las familias, por regla general, el elemento productor es el hombre, y el elemento administrador la mujer. La mujer dispone para el sostenimiento de la casa del dinero que mensualmente le entrega el jefe de la familia y tiene que dar a ese dinero el máximo rendimiento.”

“Las cantidades asignadas para gastos permanentes serán entregadas a la mujer como ama de casa. El resto debe llevarlo el marido.”

“La mujer no debe considerar suyo el dinero que no gane ella misma, o sea el que gana el marido, los hijos, etc., por el contrario debe sentirse sólo depositaria de lo que administra”.

O los «sabios consejos» que nos ofrecía la «Guía de la Buena Esposa»

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“Debes preparar la casa antes de su llegada, tu marido sentirá que ha llegado a un paraíso de descanso y orden, ésto te levantará el ánimo a ti también. Después de todo, cuidar de su comodidad te brindará una enorme satisfacción personal”

“Ofrécete a quitarle los zapatos. Habla en tono bajo, relajado y placentero”.

Ahora explica multitud de consejos para el ahorro familiar, hay muchos, así que os transcribo alguno especialmente gracioso.

“Antes de tirar una bombilla que se ha fundido darle suavemente unos golpecitos. Si los alambres no han quedado muy separados, a veces se juntan de nuevo y puede lucir otra temporada.”

“Cuando se recibe un paquete, desatar bien los cordeles y desenvolver los papeles sin romperlos para poderlos utilizar cuando sea necesario.”

“En la cocina tostar el pan seco y duro y triturarlo para rebozar”

“Filtrar los posos que puedan quedar en el final de una botella de aceite, pasando éste por un paño muy fino empapado en agua caliente; de esta forma no se desperdicia nada de aceite.”

“Saber clavar un clavo sosteniéndolo bien derecho para que la punta penetre en la pared. Si el objeto que se va a colgar es pesado, saber poner primero un taco de madera haciendo un agujero con el berbiquí y la barrena; en el agujero se introduce el taco y en éste se clava el clavo.”

“Si la mujer tiene en cuenta que este trabajo que realiza no es el de una asalariada, sino una colaboración con su marido y que este trabajo debe realizarlo bien, no sólo por deber y dignidad, sino por amor , se le hará infinitamente más agradable. La mujer debe ser como el socio industrial del marido y velar por sus intereses, ya que él la hizo depositaria de su confianza”.

En fin. Que somos unas desagradecidas. Nunca valoraremos lo suficiente el que el hombre nos haya hecho objeto de la confianza suficiente para ser….. su criada, así que ya veis, por no seguir tan sabios consejos la familia va como va, o sea se desmorona. Habrá que remediarlo. ¡¡Santiago y Cierra España!!.

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