El que se vuelva a poner la alcaldía de Madrid en manos de una persona anciana pródiga en demagogia y proclive a ocurrencias populistas me ha traído el inevitable recuerdo de cuando nos llevaron a la Primera Transición, aquella época en que Tierno Galván se encargó de mantener al pueblo alejado de los fogones políticos, procurando que el foco en la Capital estuviese siempre puesto sobre el ambiente festivo, desenfadado y de apariencia cultural mediante una receta sencilla: la movida madrileña.
Para aquella Primera Transición, el joven coco radical llamado a arrinconar el viejo sistema y aglutinar a los parias de la Tierra se llamaba Felipe González, su partido se llamaba PSOE y su uniforme era de pana. Fue el pastor encargado de aglutinar y conducir a la habitualmente desorganizada izquierda española, de forma ordenada, por los senderos de la OTAN o el FMI y demás caminos y veredas a que nos habían predestinado.
Ver hoy a los eternos presuntos rivales PP y PSOE revolviéndose para suicidarse contra reloj, clavándose a si mismos los aguijones más ponzoñosos imaginables, no puedo sino considerarlo teatro barato con el que alguien parece señalarnos que toca el fin de un sistema y el comienzo de otro. En esta ocasión el joven coco radical llamado a arrinconar el viejo sistema se llama Pablo Iglesias, su partido trae nombre de eslogan demócrata de EE.UU. (We can), su uniforme es una camisa blanca lavada con Vanish OxiAction Plus, y los parias que aglutina llevan en el bolsillo smartphone’s de 700 pavos. Es el encargado de controlar un marchito y elitista Frente Popular en el que ya es difícil localizar un solo obrero, para llevarnos de la mano a la Segunda Transición. La diferencia más llamativa es que en esta ocasión ha sido preciso asignarle al líder un ayo que es General de 4 estrellas, cosa que a nadie le ha pasado desapercibida.
Porque… ¿a dónde nos están llevando ahora?
Pues teniendo en cuenta que la «derrotada» ETA ya tiene a sus patrocinadores y valedores sentados en el Congreso de los Dipuados y gobernando «países» y municipios varios, y que los secesionistas catalanes continúan recibiendo millones del Gobierno de España para sostener su famoso «desafío», yo diría que de cabeza nos llevan a algo muy similar -sino idéntico- a una monarquía parlamentaria federal.
Nuestro modelo geopolítico actual está ya asolado, los virreinatos económicos agostados, la partitocracia va a continuar coartando lo posibilidad de que los ciudadanos ostenten la soberanía, con lo cual pensar en cualquier otra alternativa resulta complejo. La Segunda Transición parece inevitable y por ello es preciso otro pastor para cruzar nuestro nuevo Rubicón particular.
Mientras tanto, la venerable anciana que rige Madrid procurará mantenernos entretenidos con su prolífico ingenio populista.
Venerable no sé si será, pero fea…