Mi particular florido pensil

Melina

Aprovechando que estamos en marzo y siguiendo una sana costumbre de mi madre, decidí hacer una limpieza de primavera, así que ni corta ni perezosa y armada con todos los productos de limpieza que la sociedad de consumo nos incita a comprar, empecé a vaciar un armario en cuyo maletero se guardan ropas de cama que nunca se han usado, -soy de una generación en la que mi madre más que un ajuar de boda debió pensar que tenía que aportar al matrimonio ropa de cama, mesa y baño que durara unos cien años y la mujer tenía razón, todavía tengo muchas de estas ropas sin estrenar y en cambio mi primer matrimonio duró más bien poco- seguí sacando mantas, maletas, diapositivas, varios álbumes con discos de 45 rpm y varias cajas que ni yo misma sabía que estaban ahí conteniendo recuerdos de todo tipo.

Cuando abrí la primera, ya pude darme cuenta que no iba a terminar la limpieza de ese armario, me senté cómodamente en el suelo y me zambullí en ese pasado mío, tan lejano o tan reciente, según como se mire, que cada papel u objeto que iba sacando de esa caja me hacía revivir.

Se que me gusta guardar todo. Quienes me conocen bien dicen que parezco una urraca, igual que me gusta eternizar en una fotografía momentos que yo considero importantes, pero no recordaba cuantas cosas se pueden guardar a lo largo de una vida.

Encontré fotos diversas que traían a mi memoria retazos de mi adolescencia, en una de ellas me veía entregando un diploma a un muy querido amigo por haber ganado el primer premio en un Club de Ajedrez que mi hermano y sus amigos habían fundado y llamado“La Cotorrita”, y a mi, en esos momentos única chica admitida en ese Club como Presidenta de Honor, me correspondía hacer entrega del mismo.

Cada postal, carta o fotografía me traían olores de veranos pasados y la nostalgia de esos grandes amores que se vivían en esos meses de estío. En una de ellas mis amigas Sagrario y Mamen con sus caras morenas de sol, reían conmigo y con el resto de nuestra pandilla con esa alegría despreocupada que tiene el pensar que no existía nada más allá de ese presente, el futuro era algo incierto que no entraba en nuestros planes. Que felices se nos ve a todos.

Las cajas con recuerdos

Seguí sacando mi vida de esa caja. Tenía claveles con cintas dedicadas, trozos de corteza de árbol con las palabras “te amo”, poesías, dibujos, billetes de autobús de sitios a donde el amor me ha llevado. Era mi vida entera lo que se contenía en esas tres cajas y pensé que la vida se nos queda condensada en muy pocas cosas, en esos detalles pequeños, en esos recuerdos de cuando la ilusión era el único motor que nos movía, cuando las preocupaciones, la falta de dinero, la falta de tiempo, la ansiedad, el mal humor, eran palabras que no existían en nuestros diccionarios, cosas éstas muy sencillas pero que tal vez son las más importantes y que vamos borrando de nuestra memoria a base de añadir esos logros que no nos producen a veces más que frustraciones o ansiedades para las que no encontramos respuesta. Y me vino a la memoria la película Ciudadano Kane, cuando ese hombre que todo lo poseía, en el momento de morir tan sólo tuvo un pensamiento, Rosebud, ese trineo con el que jugaba de niño.

La segunda caja que abrí, es la que me hizo reír con verdaderas ganas y la que me motivó para escribir esto que estáis leyendo. Todo eran recuerdos del colegio. Yo, como tantas niñas de mi generación, fui a un colegio de monjas, las Salesianas. No voy a discutir aquí sobre la castrante educación de los colegios religiosos de la época. Se que efectivamente muchas niñas de ese tiempo sufrieron verdaderos conflictos a causa de esa fanática rigidez que imponía el tremendo poder que tenía la Iglesia en esos tiempos, pero yo, por alguna razón que se me escapa, no fui de ésas, es más guardo un excelente recuerdo, anécdotas aparte, de mis años de colegio y en especial de mis compañeras con las que establecí un vínculo, un cordón umbilical que a pesar del tiempo transcurrido todavía hoy nos mantiene unidas. Creo también que debido a mi carácter optimista y alegre las monjas me dejaron por imposible en pequeños fallos de conducta.

Era una estudiante normal, ni brillante ni torpe, pero era bastante trasto en comportamiento (siempre según el parecer de las monjas que nos educaban), mi hermana mayor, tuvo que sufrir a menudo la humillación de tenerme por hermana. Ella era buena, obediente, ordenada, siempre con el uniforme impecable. Yo por el contrario hablaba en clase, reía en la iglesia, mi cuello duro y la chalina que lo acompañaba nunca estaban en su sitio. Más de una vez me pillaron mascando chicle, ¡que gran delito! Y el castigo no tardaba en llegar, me ponían el chicle pegado en la frente y con un letrerito colgando de mi pechera en el que se leía “soy una sucia” me llevaban a la clase de las mayores y ya que tenía una hermana tres cursos por encima del mío era castigo mayor llevarme a su clase y allí elogiar a mi hermana delante mía y a la vez exponer mis graves faltas ante toda su clase. Claro, en esos momentos, yo lloraba como una magdalena, pero lo único que consiguieron con ese castigo ejemplar es que me hiciera una verdadera adicta al “chewing-gum”

Primera comunión Sagrario y yo

Primera comunión Sagrario y yo

Conforme iba sacando de la caja estampas, fotos dedicadas, recordatorios de triduos, novenas, sabatinas, mes de las flores, fiesta de San Juan Bosco, manuales del Jardin de María, libro de mis primeras oraciones, iba recordando momentos más o menos graciosos siempre vistos desde mi perspectiva actual. Por ejemplo conservo unos cuadernillos de Ejercicios Espirituales, pero que no soy capaz de leerlos, por la sencilla razón que para evitar que alguien pudiera leer mis arrebatos místicos, le pedí a mi entonces novio que me enseñara el alfabeto griego y tuve la santa paciencia de escribir todo el cuaderno con las letras de tal alfabeto y como aparte de alfa, beta y gamma no recuerdo ninguna más, pues no soy capaz de descifrar las tonterías que pude poner.

La versión infantil de la Inquisición

Si soy capaz de recordar el miedo que nos producían los diferentes sacerdotes, casi todos jesuitas, que en las charlas de esos Ejercicios espirituales, nos decían constantemente que, por muy santa que fueras, si cometías un pecado, sólo uno, mortal y morías en ese momento te ibas al infierno de cabeza y esas charlas iban acompañadas de unas filminas en las que se podía observar como las malas compañías, que por cierto siempre tenían cara de niños pero poseían rabo, pezuñas y orejas de demonio, hacían pecar a la débil joven, la cual inevitablemente moría en el transcurso de la noche y así en la siguiente filmina se la podía ver sufriendo atroces torturas envuelta en llamas, mientras diversos demonios se reían contemplándola. La cantidad de noches que me encontré mirando por debajo de la cama para comprobar que no se escondía ninguno de esos seres.

No estoy exagerando, lo puedo contar con humor, pero durante los cuatro días que duraban los Ejercicios, nuestros cerebros eran sometidos a estas charlas y a visionar estas filminas durante la mañana y la tarde, con lo cual vivíamos en una angustia, máxime si pensamos que según las monjas, llevar pantalones era pecado, venial, eso sí, pero no era lo más adecuado para una señorita, maquillarse era pecado, contemplar tu propio cuerpo era pecado, cualquier opción divertida encerraba alguna tentación del maligno. De todas las maneras, una vez transcurridos esos días de meditación y, por qué no decirlo, de muchas risas a escondidas, nuestras mentes se serenaban y volvíamos poco a poco a la normalidad diaria.

Las actividades

Festival de fin de curso

Festival de fin de curso

Cuantos recuerdos me venían a la cabeza mientras vaciaba esa caja. Fotos con mis queridas compañeras en excursiones de final de curso, festivales de gimnasia, procesiones en el patio llevando estandartes y velos blancos. Guardaba una cuchillla de afeitar recuerdo de ese día poco antes de acabar el curso escolar, en el que acuchillábamos y encerábamos con primor nuestros pupitres de madera, mientras reíamos y cantábamos como despedida hasta el año siguiente. Saqué también varios plumines, unos para letra gótica, otros normales, con su correspondiente palillero y pensé la cantidad de planas de caligrafía que habría hecho con ellos.

Dia de María Auxiliadora

Dia de María Auxiliadora

Ahora tenía en la mano un manual de las Hijas de María. Ésta era la Asociación más alta a la que se podía pertenecer y yo, que había logrado ser Angelito, Jardín de María y Aspirante, cada una de ellas con su correspondiente cinta de raso, roja, rosa y verde, y su respectiva medalla, solicité mi pertenencia a dicha Asociación, bien es verdad que lo que más me movía a ello era la ceremonia de ingreso que, a mi, me parecía de lo más emocionante. Todas las niñas vestidas de blanco, con un velo blanco y una banda azul, llevando una azucena -símbolo de la pureza- llegaban al altar mientras sonaba una canción que ciertamente tenía una música preciosa “yo prometí ser hija de María….” y a mí todo esto me parecía como de Sissí Emperatriz. Pero claro, no contaba yo con mis muchas faltas, por ello, quienes tenían que decidir mi adscripción, decidieron que yo no era digna y así se me dijo, añadiendo caritativamente que yo era la deshonra de mi familia. Nuevamente esto provocó en mí un llanto inconsolable, yo creo que más por no poder participar en dicha ceremonia que por no considerarme hija de María. He de añadir que mi perfecta hermana si fue considerada apta cuando en su tiempo lo solicitó, y me he sorprendido muchas veces que, con la actitud de las monjas, lo raro es que no haya degollado en algún momento a mi hermana, porque la pobre sin comerlo ni beberlo, fue mirada con odio por mí durante muchos de mis humillantes castigos al representar un compendio de virtudes de las que al parecer yo carecía.

Compromiso de Honor

Mientras mi imaginación volaba hacia esos momentos mi mano sacó otro papel una pequeña octavilla con el pomposo nombre de “Compromiso de Honor”, fechada en 1.959. Yo tenía tan sólo 9 años pero debí de mostrar algo de inteligencia porque no lo firmé. Los 12 puntos de este compromiso no tienen desperdicio. Hay un breve preámbulo y algunas otras cosas que omito y luego dicen así: (ni que decir tiene que lo dicho entre paréntesis es aportación mía)

.- Combatiré las lecturas, conversaciones deshonestas, también las audiciones radiofónicas, películas y otros espectáculos que sean capaces de fomentar las malas pasiones. (¡viva la censura!)

.- Combatiré en especial las revistas teatrales. (¡que horror, poca ropa y mucha pierna!)

.- Lucharé contra los bailes agarrados. (mejor a distancia de un metro como mínimo)

.- Y contra los grabados obscenos y anuncios indecorosos publicados en periódicos, fijados en la calle o diseñados en almanaques. (¡cielo santo, ni la Capilla Sixtina se salva!)

.- En cuanto de mi depende, influiré para que las relaciones entre novios sean perfectamente formales tanto en público como en privado. (eso debía de ser cosa de la carabina)

.- Condenaré las imprudencias y el poco recato que se manifiestan frecuentemente entre jóvenes de distinto sexo. Ciertos juegos o paseos mixtos no se pueden tolerar. (yo creo que el juego del pañuelo por lo menos se salvaba)

.- No olvidaré que en los deportes hay exhibiciones menos decentes y que se deben reprobar en general las exhibiciones de deportes femeninos. (¡toma castaña!)

.- En estricta decencia, hay que cubrir con vestidos no transparentes ni demasiado ceñidos todo el pecho y espalda, los brazos hasta el codo. El escote no debe de bajar más de 4 cms del cuello, las faldas hasta mitad de la pierna, las niñas pequeñas hasta la rodilla. La modestia perfecta pide las faldas más largas, nada de escotes, mangas hasta la muñeca y medias. (pues total el burka y así no hay duda)

.- Recordaré que en piscinas y playas hay que exigir la separación de los sexos. (esto ya es para nota)

10º.- Los jóvenes, hombres y niños nunca se presentarán con el torso (medio cuerpo) desnudo o enseñando los muslos. (si es que unos muslos prietos son nuestra perdición)

11º.- Nunca aprobaré el gravísimo pecado de limitar la familia por procedimientos ilícitos. (mejor la “ruleta vaticana»)

12º.- Procuraré que se fomente la vida de familia y que las distracciones se formen más bien en el ambiente familiar. (la casa de Bernarda Alba será nuestro modelo)

Aquí acaba este Compromiso, pero en letra muy pequeñita al final está escrito –”pida informes sobre la Campaña pro-moralidad”-. Pida el número del boletín consagrado al baile o a la moral comunista (3 pesetas). Hágase socio de la campaña.

Ni que decir tiene que daría algo por conseguir esos boletines.

Mientras mi sonrisa seguía, fui cerrando las cajas, las volví a subir al armario y mentalmente fui escribiendo estas líneas, escritas desde el corazón y dedicadas a mis queridas compis de ese tiempo inolvidable, en especial a Sagrario, Victoria, Marisol, Marisa, Gloria, Angelines y Pili con quienes a pesar de los años transcurridos, todavía tanto quiero.

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2 respuestas a Mi particular florido pensil

  1. Luisito dijo:

    Rejuvenecedor Meli. Pero a los niños ni nos iba mejor, las futuras madres de nuestros hijos (las aburridas) eran el templo del espiritu santo y las otras (las divertidas) aliadas del diablo. Recordarás aquello de el hombre es fuego y la mujer estopa, viene el diablo y sopla. Pues mi diablo ya esta asmático.

  2. Me hubiese gustado verte por un agujerito y disfrutar con tus travesuras. Me encanta cómo narras esos momentos de tu niñez, con qué cariño atesoras tus recuerdos en cajas y sobre todo, que los compartas. Eso sí, hay que reconocerte el optimismo para afrontar algunas de esas vivencias porque verdaderamente a más de uno habrá dejado algo «tocadillo» esa educación basada en el miedo al pecado (por cierto, como ya sabemos, todo lo bueno era pecado) y a morir abrasado en la hoguera del infierno.

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