No sé si será por el origen catalán de la marca, por el origen judío del fundador o por lo que ahora llaman «marketing«, pero diría que los encargados de velar por la promoción de esta marca de yogures, dan por sentadas muchas cosas sobre sus clientes. Por ejemplo, deben pensar que todos tenemos un buen poder adquisitivo y podemos permitirnos lo que para nosotros son lujos aunque para ellos debe ser «lo normal que todo el mundo tiene en su casa».
Los asesores o comités o la dirección general, o lo que sea que genera las ideas (lo de ideas es un decir) para promocionar uno de sus productos, asegura al consumidor que si acumula puntos puede conseguir un descuento. Hasta ahí, la idea no es novedosa.
La parte mala viene cuando me dice así, en plan colega con buen rollete «escanea con tu móvil esta imágen». Porque lo cierto es que a mi hermana y a mi nos gustan los yogures, pero ella, a sus 78 años nunca se ha animado a tener un móvil; y yo, con 72 años tengo un móvil que me dio mi hijo porque ya no le servía, hace 14 años. He preguntado en la tienda y me dicen que tendría que comprarme un esmalfone (o algo así le llaman) y contratar una tarifa nueva (que me cuesta un montón y que hasta ahora no he necesitado) porque la que tengo sólo sirve para hablar. Luego me dicen que tengo que comprar un interné (que vale otra pasta) para poner el pincode (que no sé lo que es). Luego registrarme en Gananones (que vaya usted a saber que igual me piden la libreta de la mili, que eso de registrarse suena fatal). Total, que se deben pensar que todo el mundo que toma sus yogures son zagales, así que igual tenemos que cambiar de marca no nos vaya a sentar mal las cosas para jóvenes y bien situados a los viejos y sin posibles.