La trágica muerte de un niño de tan sólo cuatro años a causa de las mordeduras de un perro, ha desatado una guerra contra estos seres de cuatro patas, en la que no parece ajeno el interés económico. Nunca debería haber sucedido este hecho, ni otros más que se han denunciado de similares características aunque sin resultado de muerte, pero no entiendo el que las autoridades se rasguen las vestiduras, como siempre a destiempo. Como ya saben todos los que me conocen, yo adoro a todos los pertenecientes al mundo llamado animal irracional, y principalmente a los perros, pero eso no me hace cerrar los ojos ante estos desgraciados sucesos. Es indudable que el autor material de la muerte del niño y de las lesiones sufridas por las víctimas de los otros casos habidos es el perro, pero también es probable que no hiciera otra cosa que actuar del modo para el que había sido (mal)educado.
Está bien el que exista un control de las razas consideradas peligrosas, aunque sigo pensando que la más peligrosa de todas es la raza humana, ya que no es normal que se tenga como animal de compañía un perro genéticamente agresivo y que encima se le adiestre para el ataque, pero resulta cuanto menos curioso que enseguida resultara obligatorio un seguro por diez millones de pesetas (lo que hizo inmediatamente encarecer este tipo de servicio) y volvieran a sacar a la luz normas municipales sobre correas, bozales, bolsas para excrementos y demás cuestiones que son algo que existía pero que nadie obligaba a cumplir.
El último animal de compañía que he tenido ha sido un hermoso perro pastor alemán, pero desde que tuvo seis meses, fuimos conscientes mi marido y yo de que tenía un fuerte carácter, por lo que sin que nadie nos obligara a ello, sino nuestra más elemental educación cívica, le hicimos un seguro y jamás le hemos sacado sin correa ni bozal, salvo que estuviéramos en campo abierto, y por supuesto, siempre hemos recogido sus excrementos. Tal vez penséis que desbarro un poco con la comparación, pero las fuerzas de ¿seguridad? tienen una enorme relación de violentos, considerados muy peligrosos, relacionados con el fútbol, con organizaciones extremistas y un largo etcétera y no he oído en ningún medio de comunicación que se les obligue a sus familiares a hacerles un seguro y a obligárles a salir a la calle con camisa de fuerza, cosa que evitaría muchos “accidentes”
Siempre parece que hay que dar al ciudadano español algo morboso como tema de conversación para evitar que se paren a pensar en todo lo que debería de ser arreglado en este país y generalmente queda pospuesto. Todo este asunto ha hecho que muchos perros pertenecientes a estas razas relacionadas en una lista como antes se ponían a los libros que se consideraban lesivos para la moralidad imperante, están siendo abandonados con el enorme peligro que eso supone. En otros lugares se prohíbe pasear con ellos aunque utilicen correa y bozal y sean verdaderamente dóciles, sin embargo cualquier veterinario sabe la cantidad de perros que les llegan en condiciones lamentables que solo puede ser debido a las peleas clandestinas. La mayoría de los perros de razas grandes que son robados (y son muchos) se utilizan como “sparring” para desatar la agresividad de los que van a pelear, sin embargo un negocio como ese que mueve miles de euros, rara vez se investiga y pocas veces aparece en titulares de periódico o en las noticias de televisión, el desmantelamiento de una red dedicada a las peleas de perros y no creo que sea algo tan difícil de investigar.
Vivo en un barrio de Madrid que, si logro abstraerme de la suciedad y el abandono en que se encuentra, es precioso. Vivo en el corazón del Madrid de los Aústrias y creédme que lo que menos me molesta son algunos excrementos caninos (que los hay aunque en ese sentido la mayoría de personas residentes en el barrio propietarias de perros suele recogerlos), lo verdaderamente molesto para mí son los vómitos después de un viernes o sábado noche, las grandes cantidades de botellas, vasos, plásticos y basura que, no se si, por residentes o no, se dejan en las calles sin que el Ayuntamiento los recoja. Y toda esta suciedad la ocasionan seres pertenecientes al honesto e inteligente mundo animal racional.
Igualmente en los fines de semana es posible observar a seres ¿humanos? orinando en los portales de nuestras casas y a todo esto hay que añadir que el barrio está absolutamente deteriorado a causa de las pintadas de los “grafiteros”, los que esperan sistemáticamente a que una casa sea rehabilitada para en cuanto son quitados los andamios y la casa aparece preciosa, esa misma noche es cubierta de pintarrajos y firmas de los diversos grupos de “okupas” que tenemos en el barrio.
Nada de este deterioro es ocasionado por los perros pero la gente no para de decir en los medios de comunicación que los perros ensucian y degradan la ciudad, sin embargo los países considerados más cívicos son aquellos con un índice de animales de compañía más elevado.
Con motivo de un viaje de trabajo, mi marido tuvo que desplazarse a La Haya y lo que más le sorprendió fue la sensación de limpieza urbana que notaba en la ciudad. Prácticamente no había pintadas, lo que hacía que los edificios parecieran más bonitos de lo que verdaderamente eran, tampoco había basuras diseminadas por las calles, ni excrementos, se respetaban los pasos cebra y en todos los bares o restaurantes se permitían los animales de compañía, dando por hecho que el dueño le tiene educado perfectamente para no ser una molestia a los demás, y concretamente en un restaurante le comentaron a mi marido, ante una pregunta suya sobre la permisividad de los animales en dichos establecimientos, que a veces se prohíbe la entrada de niños si éstos no son capaces de comportarse correctamente sin molestar. ¿curioso, no?.
Todo esto da idea de que lo único que hace la vida tolerable es la educación, algo que va siendo cosa de buscar su significado en el diccionario, ya que las nuevas generaciones parece que desconocen la existencia de esta palabra. Hoy en día hay que andar con pies de plomo al emplearla para que no te identifiquen inmediatamente con un elemento represor. Educar no es reprimir, es enseñar a convivir. Nadie diría, (aunque actualmente ya no estoy tan segura habida cuenta el papanatismo que nos rodea) que un padre es represor porque a su hijo de dos años le explica que meter con fuerza el dedo en su ojo no está bien y que no debe hacerlo más. Yo creo que (vaya por delante que no tengo hijos propios) éstos se comportan con bastante mala educación en el hogar porque los padres de nuestra edad han confundido estas dos palabras y han tenido miedo de ser considerados unos dictadores.
Educación es no pintarrajear las paredes, no tirar basuras a la calle, no conducir temerariamente, no molestar a tus vecinos con músicas estridentes, en fin casi todo lo que hace desagradable el día a día se arreglaba con unas simples medidas de mínima educación e incluso los perros deben estar sujetos a otro tipo de normas educacionales, y es a sus dueños a los que corresponde el hacerlas cumplir, para que sea un placer su compañía y no un sufrimiento.
Totalmente de acuerdo. Se pone el parche pero jamás se va a la raíz del problema, que no es otra que la mala educación de los españoles, porque es muy poco popular (entiéndase bien lo de popular).
Hace unos días leía en la prensa una conversación entre un gran literato y un gran músico español, ambos de la misma generación, la que ahora ronda los sesenta y con unos planteamientos ideológicos muy similares y nada afines con el franquismo, precisamente. Ambos coincidían en que una de las cosas que más echaban de menos en la sociedad actual, es la educación y el respeto que ambos vivieron cuando eran niños. Decían que todo eso se había perdido en la sociedad española a lo largo de los últimos treinta años sin que hubiera necesidad, y que es algo muy difícil de recuperar. Como padre, junto con mi mujer, tratamos de inculcar a nuestro hijo más o menos los mismos valores que nuestros padres nos regalaron, y aunque no pensamos cambiar nuestra forma de hacer las cosas, sí notamos que los niños «educados», los del por favor, el gracias, el disculpe, etc… están en clara desventaja entre compañeros a los que se ha dejado al «libre alberío» desde la cuna y ni se les pasa, lógicamente, tener un mínimo de empatía o dar las fracias por algo. El mordisco parece ser que es más efectivo, y a la larga, probablemente mucho más lucrativo….