Hace 60 años Ray Bradbury escribió la novela Farenheit 451, que fue llevada al cine 13 años después.
Para los jóvenes, el título de Farenheit 451 significará nada. Los menos jóvenes, carrozas, abuelos y asimilados recordarán aquella sociedad dibujada en la novela, en la que el gobierno utilizaba a los bomberos para quemar los libros (el título hace alusión a la temperatura a la que se aseguraba la inflamación de los libros), y en la que el protagonista, el bombero Montag, preso de curiosidad intenta salvar algunos ejemplares.
El gobierno creado por Bradbury afirmaba que la lectura impedía la felicidad, porque los hombres se tornaban diferentes entre sí; cuando en realidad, debían ser y permanecer iguales y no cuestionar las acciones del gobierno que ya se ocupaba de la felicidad del pueblo. Por ello incendiaba tanto los libros como las casas de aquellos a los que les encontraban libros en su poder.
60 años después he recordado la novela porque nos estamos deshaciendo entre la casa de nuestros padres y la nuestra de unos 1500 o 1600 libros de todo tipo.
Esa cantidad de libros ocupa un espacio enorme en las casas.
Es un nido de polvo y la limpieza semanal debe ser cuidadosa y exhaustiva.
Una buena parte de esos libros los hemos vuelto a leer, pero otros es poco probable que lo hagamos.
Hemos constatado que con el invento del libro electrónico, podemos almacenar más de 4000 libros en menos espacio del que ocupa uno sólo, y llevarlos a cualquier sitio con comodidad. Incluso con la facilidad para el inglés que nos caracteriza a los españoles ya los llamamos «ibuc» con total familiaridad y soltura.
El asunto parece no tener retorno. Prácticamente nadie quiere comprar ya los libros, ni siquiera los libreros de viejo. De hecho, son muchas las librerías que están cerrando porque sólo tienen pérdidas.
Vale.
Y… dentro de algún tiempo… cuando un buen día uno de esos vaivenes que da la sociedad nos deje sin «ibuc» y los de papel ya no sean recuperables… los compañeros de Montag ya no serán necesarios. Los gobiernos se podrán sentir tranquilos.
Se acerca otra ola de frío…como combustible el papel es cojonudo, y no digamos
las «pastas»….y encima te ahorras unos euros en calefacción.