UN CUENTO
Había un país en Europa,
colgando en la zona sur,
zona remota e ignota,
rodeada de un mar azul,
de gente dicharachera
y algún que otro gandul.
España fue bautizada,
y venían de veraneo
alemanes, suecos, belgas
y gentes del mundo entero.
Era un pais divertido,
donde no había dinero,
pero sí fiestas y bailes
en la plazas de los pueblos,
y también de cuando en cuando, espectáculos flamencos.
Fueron pasando los años
y el país fue creciendo,
se proyectaron casas, autopistas, rascacielos,
un tren que se las pelaba y cantidad de aeropuertos.
Sus habitantes que, en tiempos,
eran bajos y morenos,
se transformaron de pronto
en personajes de cuento.
Tenían casas lujosas y también apartamentos
en las playas de Zahara, de Tarifa y de Getxo,
también se compraron yates y coches todoterreno,
tablets, ipads, iphones, gameboys
y todo lo más puntero,
pues los bancos, generosos, te prestaban el dinero
y todo esto ocurrio en breve lapso de tiempo.
Gobernaban el país unos partidos muy buenos,
que alternaban el poder por decisión de su pueblo,
uno era el encarnado, otro azul igual que el cielo,
sus símbolos: gaviotas y rosas de terciopelo.
Los españoles con esto, estábamos muy contentos,
y nos sentíamos libres, importantes y “toreros”,
tomábamos decisiones, protestábamos sin miedo
y así nuestros gobernantes se apoderaron del cetro,
parecían faraones y daba gusto de verlos,
tan elegantes, tan guapos, tan esbeltos, tan morenos,
con sus trajes impecables, que les sentaban “de miedo”.
Fueron pasaron los años y cambiamos de milenio,
el país alborozado, gastaba con desenfreno,
y seguían construyendo autopistas, aeropuertos,
y como sobraba agua, campos de golf en desiertos,
chalets en la zona norte y lofts y casas de ensueño.
Y este país importante, entró en Europa de lleno,
se quitaron las pesetas y se pusieron los euros,
una moneda moderna, que inventaron los banqueros
y que nos hermanaría a todos los europeos,
pues ya no habría ni marcos, ni liras ni dragmas griegos.
Pero de repente un día, malos augurios vinieron,
vino una noticia en la prensa, que nos erizó el cabello
pues resultó que en América desapareció el dinero,
y todo esto pasó, por culpa de un tío negro,
que vivía en Alabama y que no pagó su crédito,
pues quiso vivir de mejor de lo que viven los negros.
Y la globalización, que estaba en el candelero
se extendió con rapidez, por todito el mundo entero
y en cuestión de poco tiempo, desapareció el dinero,
dejando a los españoles asombrados por tal hecho.
Los bancos que en otros tiempos,
fueron como hermanos nuestros,
se convirtieron de pronto en los monstruos del averno
y obligaron a las gentes a devolver el dinero.
Subieron los intereses y descendieron los sueldos
y no se podían pagar las deudas que contrajeron
y empezaron a venderse las casas y los terrenos,
los yates, los palacetes y los pisitos obreros.
Los políticos de turno,
los colorados, por cierto,
veían la situación, pero no mostraban miedo
y decían que en España eso era pasajero,
que estaban los “brotes verdes”y que todo era un camelo,
que éramos los “pichichis” de Europa y del extranjero
y esto no era una crisis, sino un “desacelero”.
Y la cosa fue a peor y empezó a entrar el mosqueo
pues las empresas cerraban y no corría el dinero,
la gasolina subía y mermaba el monedero,
a las familias morosas las dejaban sin un techo,
y miles de ciudadanos pasaron al desempleo.
La gente se encabronó, y furiosos decidieron
que toda la culpa era, del cabrón de Zapatero,
que veía “brotes verdes” donde solo había desierto.
Llegaron las votaciones, un 20-N siniestro
y así los españolitos le dieron un escarmiento
al partido colorado de rosa de tercioperlo.
Y llegaron los azules, de gaviotas en el cielo
que habían prometido acabar con este infierno,
que tomarían medidas para generar empleo
y para poner orden en todo este caos interno.
Empezaron a pensar y a publicar decretos,
a recortar las pensiones, la sanidad y los sueldos,
en la educación dijeron que había muchos maestros
y les mandaron a casa “jodidos pero contentos”,
pensaron que era mejor cobrar los medicamentos
y algunas autonomías cobraban por los asientos
para que el acompañante se sentara por los suelos.
Andaban así las cosas, cuando la prima de riesgo
se disparó por las nubes y a rescatarnos vinieron,
unos cuantos milloncetes, escritos con muchos ceros
nos dieron, con condiciones, los amigos europeos,
y los azules celestes, de gaviotas en el cielo
decidieron al unísono recaudar con mucho celo,
recortaron el subsidio que pagaba el desempleo,
el alquiler de vivienda, las pagas de navidad y las ayudas que daban
a los cojos, a los mancos, paralíticos y ciegos,
que ahora llaman dependientes, por capricho de algún lerdo.
Y ese país que crecía y que ahora vá decreciendo
está triste y asustado y se mastica su miedo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado…. y QUE SE JODAN (copyright de Andrea Fabra)
Qué agradable volver a leerlo, ¡y qué actual!.