Marginocracia

A las distintas formas de gobierno se les ha buscado -y casi siempre encontrado- un nombre descriptivo. Una de las formas de nombrar el tipo de gobierno consiste en colocar el sufijo cracia a modo de descripción del concepto contenido en el prefijo: democracia (del pueblo), plutocracia (de los ricos), aristocracia (de los excelentes), etc.

A fecha de editar ésto, los principales buscadores de la red no recogen -aún- la palabra marginocracia, y pese a ello resulta relativamente fácil comprender la intención de su significado: referir el gobierno de lo marginal. Cabe en lo posible que dentro de no demasiado tiempo, el vocablo -como tantos otros- entre a formar parte de nuestras vidas con plena naturalidad.

Sin embargo, no deberíamos dejarnos llevar únicamente por la etimología para pretender que ya conocemos el concepto político de marginocracia, porque tal cosa nos podría hacer creer que es a los políticos que nos gobiernan a quienes definimos como marginales, como personas situadas al margen de algo o alguien.

Marginal es aquella persona situada extramuros, fuera de unos márgenes preestablecidos. Tanto el margen como la ubicación a uno u otro lado de ése margen, lo establece la sociedad. Aquellos situados fuera de los márgenes son llamados marginales y, proporcionalmente, suelen ser minoría. La sociedad se ocupa de que -además- aquellos que permanecen intramuros y en presunta mayoría, desprecien -o cuando menos, ignoren- a los marginales. Respecto de la denominación de los que permanecen dentro de los márgenes no existe mucho acuerdo: hay quien los llama personas honestas o personas honradas o gentes de bien, y hay quien los llama borregos o corderillos.

Es el caso que los políticos, que permanecen dentro de los muros creados por ellos mismos, han creado una serie de normas y leyes para que los de dentro sean protegidos de los de fuera.  No se sabe muy bien de qué deben ser protegidos, pero el caso es que los de fuera se encargan de que los de dentro se sientan lo suficientemente molestados como para considerar que una protección les viene bien.

El marginal, como es lógico, no siente ningún interés en respetar las leyes que ellos deciden les son ajenas, porque, encima, están hechas por los del otro lado del margen. Igualmente, en buena lógica, tampoco contribuye al pago de impuestos, con lo cual el no marginado  siente aún mayor repulsión del marginado puesto que, además,  éste no solo no contribuye económicamente al soporte del sistema sino que produce unos gastos onerosos que repercuten en el bolsillo del no marginado.

Hasta aquí, y hasta hace poco tiempo, ése era el modelo de convivencia. Incluso las normas y las leyes habían previsto crear unos cuerpos de policía para encargarse de la observancia y el cumplimiento de esas normas y esas leyes. Si un marginal decidía robar a otro, o asesinarlo , o entrar y quedarse en la casa de otra persona, o defecar en la vía pública, o gritar a altas horas de la noche molestando a los vecinos o construir una chabola en el centro de una ciudad e instalarse a vivir allí, los cuerpos policiales intervenían para restaurar el orden y detener a los infractores, mientras que los jueces aplicaban aquellas leyes que protegían a los de dentro, y castigaban a los de fuera.

La marginocracia consiste en la inversión del beneficio -hasta ahora convencional- a ambos lados del margen.

A día de hoy, si persona de actividad marginal (o grupo allende los márgenes de la Ley), decide expoliar un banco, los gobernantes -supuestamente no marginados- ordenan una exacción al pueblo para que el marginal ladrón (o sociedad marginal de ladrones) pueda seguir disponiendo de más dinero.

ellosEl marginado homicida (o sus palmeros), se trate aquél de menor oligofrénico, truhán de ayuntamiento, bailaor, torero o pistolero de banda armada, recibirá un trato más acorde con los intereses mediáticos que con los meramente legales, puesto que lo realmente importante para nuestra sociedad no es la aplicación de la Ley, y la protección a la víctima,  sino la «protección del menor equivocado», la clá del partido que apoye al truhán,  “el arte” del bailaor, la valentía del torero, o la comprensión de la opresión padecida por el pistolero.

Si alguien ocupa la vivienda propiedad de otra persona, el propietario es advertido por la policía y el juez para que no se le ocurra molestar a su nuevo inquilino, bajo amenaza de cárcel.

Está prohibido molestar a las policías de los ayuntamientos si alguien está infringiendo cualquier norma promulgada por el propio ayuntamiento, puesto que la policía del municipio sólo puede atender llamadas urgentes. Por tanto, si alguien decide impedirle a usted circular con su vehículo o pasar a través de un vado municipal por el que paga los impuestos, o desea estar dando voces y haciendo ruidos hasta que amanezca, usted deberá abstenerse de molestar a la policía que el ayuntamiento ha creado para atender dichas situaciones. Es más: cualquier oficina de policía municipal que se precie, responderá a su requerimiento con la ya famosa frase: “Nosotros es que no podemos hacer nada”.

Si alguien decide ocupar un espacio en el centro de la ciudad -e invoca una clave en forma de siglas de número y letra- no deberá ser molestado, según consta en las instrucciones dadas desde el gobierno de España a su policía (supuestamente la nuestra). El marginado podrá molestar al resto de viandantes o comercios de la zona cuanto le resulte oportuno, mientras que el no marginado deberá permanecer atento para no perturbar las actividades que el marginado desee realizar. Por supuesto, si el marginado ha decidido ensuciar espacios públicos, el gobierno municipal se afanará para pedirle a usted impuestos con los que costear la limpieza.

De hecho, la frase más escuchada por los de dentro en los últimos tiempos en España, de boca de las decenas de variados y multicolores cuerpos de policía que paga de su bolsillo es: «lo siento, pero nosotros no podemos hacer nada».

Pero… ¿y entonces?

Si ya no tienen validez las normas hechas por los de dentro, ¿por qué hemos de pagar impuestos por servicios que no son tales y diseñados para hacer cumplir normas obsoletas?.

Difícil poder comprender la marginocracia, ése emergente gobierno de los marginados, ejercido precisamente por aquellos que les marginan. Manda güevos, … que decía el cartagenero aquél al que fascinaba asaltar islotes y cantaba la gesta cual juglar fallero: «Al alba, y con un tiempo duro con viento de levante de 35 nudos…».

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Una respuesta a Marginocracia

  1. Much appreciated for the information and share!
    Nancy

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