No puede decirse que España sea un país que cuida a sus mayores. No al menos si tratamos de compararnos con la mayoría de países asiáticos o andinos, por ejemplo. Hasta hace pocos años los almacenábamos en lugares con nombres rebuscados y apariencia más o menos tuneada, porque estábamos demasiado ocupados en ganar mucho dinero para pagar la segunda casa y el tercer coche; con la llegada de la crisis la cosa ha variado en función de que los hijos tengan trabajo o carezcan de él y en éste último caso, de lo interesante que sea la pensión que cobren los abuelitos.
Las últimas votaciones generales han servido de acicate para que aflorase en los vomitorios sociales lo más granado y selecto de los sentimientos que los ancianos despiertan en nuestra moderna y próspera sociedad, en la que -como sabemos- todos se desviven por la igualdad, el respeto y la democracia.

Mensajes recopilados en buscadores de la red, unos días después de conocerse el recuento de los votos
Podría pensarse que lo expuesto es tan sólo una moda entre jóvenes demenciados, pero nada más falso. Esas gentes a las que cada cuatro años invitamos a que vivan en palacios usando carrozas y lacayos, y luego mantenemos económicamente holgados (conocidos en algunos sitios como políticos) resulta que también están demostrando una preocupación muy similar por los ancianos. Sin sonrojo alguno, como el buen hijo pródigo, se dedican a comerles sus ahorros. Y cabría pensar respecto de esta plaga social: ¿son sólo unos estúpidos o auténticos malvados?. Lo digo porque Gobierno tras Gobierno, y con independencia de la etiqueta ideológica que ondeen, se obstinan en renunciar sistemáticamente a ingresar una cantidad que se ha estimado en unos seis mil millones de euros anuales.

Los políticos saquean las pensiones y tampoco consienten que la prostitución cotize por sus millonarias ganancias
La cifra, discutida e imposible de precisar, procede de varios estudios realizados sobre el dinero que mueve el mundo de la prostitución -en su conjunto- en España. Con independencia de las cantidades, lo cierto y real es que ninguno de los Gobiernos que acceden a la presidencia de España consiente en que quienes negocian con la prostitución tributen ni un sólo céntimo a la Administración. Se niegan sistemáticamente; y para ello aducen cosas como el «escarnio» o la «vergüenza» del personal putero mientras ignoran sin sonrojarse sus derechos sociales más elementales. El fariseísmo les lleva a reconocer en el Código Penal la existencia del negocio de la prostitución, a la par que se afanan en amparar a prostituta(o)s y proxenetas para que sus ingresos lo sean libres de tributos.
Nos deja perplejos pensar si el beneficio que obtienen los gobernantes por ello, compensa el perjuicio que causan.
Ese desprecio institucionalizado hacia los ancianos, posiblemente, debería causar a sus promotores algún beneficio, porque la estupidez, en palabras de Carlo Cipolla es «una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana», y ellos seguro que se niegan a considerarse estúpidos.
Les dejo el esquema de la Teoría de la Estupidez Humana de Carlo Cipolla entre el beneficio obtenido y perjuicio ocasionado, para que ustedes mismos puedan deducir dónde encuadran a quienes demuestran sin ambages su desprecio por los ancianos… que un día serán.