El político que más hizo por cargarse el gobierno de Felipe González fue… Felipe González.
El político que más hizo por cargarse el gobierno de José María Aznar fue… José María Aznar.
El político que más hizo por cargarse el gobierno de José Luis Rodriguez fue… José Luis Rodriguez.
El político que más está haciendo por cargarse el gobierno de Mariano Rajoy es… Mariano Rajoy.
Desde aquél lejano 1982 (omito los momentos Suárez/Calvo Sotelo por razones obvias) los partidos en la oposición no han tenido que esforzarse ni una pizca por expulsar del trono al presidente de turno. Ellos solos se las han apañado muy bien para terminar auto-defenestrados. Y el fenómeno se sigue repitiendo con sorprendente regularidad.
A lo largo de estos 32 años y poco, los conceptos Parlamento y Oposición han permanecido bastante ociosos en el denominado Congreso de los Diputados. Aquellos parlamentarios y aquellas sesiones de debate de antaño son audios de museo; han sido reemplazados por autopalmeros en cónclaves de devotos, gallineros televisados y con la quema de mobiliario urbano. Ahora la política del Estado se resuelve en platós de televisión y en la calle, en cosas que incomprensiblemente llaman tertulias y en partidos amistosos a pedradas entre los opositores al gobierno y la pasma. Lo único que permanece inalterable, gobierno tras gobierno, es la genuflexa postura del regente monclovita ante los tótem sagrados de provincias que no soportan su menudencia, arropados en banderas y leyendas.
Para aderezar la oferta, alguien ha tenido la idea de sacar a la luz los trapos sucios del personal. Tal como nos lo cuentan, los corruptos deben llevar décadas dándole al trinque, pero curiosamente es ahora cuando alguien ha decidido que sea visible al pueblo sober, bueno, a la gente.
Cualquier mal pensado diría que alguien quiere que ahora reneguemos de aquella idílica democracia que hace casi 40 años se nos dijo que era un retablo de las maravillas. Incluso nos ofertan la solución Podemus Forte para sanar de tanta desdicha generada y encontrar la nueva felicidad. Y el producto -a juzgar por la descomunal campaña gratuita de publicidad- debe ser una auténtica maravilla.Hay quien recela de los efectos secundarios de Podemus Forte, pero a fin de cuentas ya estamos acostumbrados a los efectos beneficiosos para los asesinos en serie, chulos de palacete, taberneros de Faisanes, ocultadores de vagones de tren o los saqueadores de fondos sociales.
Con las cosas de laboratorio nunca se sabe…