Catástrofes recientes como las del Levante y Sur español en otoño de 2024, fueron rápidamente atribuidas al cambio climático como causante pero, como vamos a comprobar, la causa de la catástrofe no es ni tan simple… ni tan moderna.

El riesgo de que suceda una catástrofe es la probabilidad de que se materialice una amenaza a la seguridad de las personas o cosas y ello depende de su vulnerabilidad.
En el caso de las riadas con inundación la amenaza se cierne sobre las personas y los bienes expuestos a sus efectos; el peligro de pérdida de vidas, bienes muebles e inmuebles, infraestructuras, transportes y medios de vida (agricultura, industria, etc.). Si no existe amenaza o no existe vulnerabilidad, no hay un riesgo.
Analizar y gestionar el riesgo y establecer las medidas para mitigar sus posibles efectos, son los soportes en los que sustentar la seguridad de personas y cosas, por ello es necesario estudiar en profundidad el riesgo para obtener la mayor información posible sobre la amenaza y prevenir sus efectos, así como considerar todos los factores que pueden influir en las consecuencias y mitigarlas.
Dado que el nivel de amenaza de una riada por precipitación depende de la intensidad y duración de la misma, de la orografía y los cauces existentes o factibles para que el agua fluya o embalse libremente, de las previsiones meteorológicas y el conocimiento orográfico de la zona, la información existente sobre catástrofes anteriores en la misma zona puede aportar una ayuda fundamental. Es razonable pensar que la falta de información, sea por desmemoria o simplemente por ausencia de conocimiento, no es lo deseable para buscar soluciones al problema.
Aunque en el caso de las inundaciones de la zona sur de Valencia del 29 de octubre de 2024 si hay información abundante sobre similares catástrofes anteriores, es conveniente señalar algunas diferencias:
- Mientras que los datos anteriores conocidos refieren avenidas imprevistas en el cauce del rio Turia, en octubre de 2024 la prevención del riesgo consiguió que el Turia no desbordase y las inundaciones se debieron exclusivamente a barrancos, especialmente el conocido como El Pollo.
- Las condiciones de los cauces de uno y otros son diferentes: mientras que el río porta agua de manera continua, los barrancos permanecen secos y acumulando ramas, arbustos y sedimentos hasta que el agua fluye por ellos.
- A efectos de vulnerabilidad la densidad de población así como la presencia de industrias e infraestructuras es muy diferente debido al tiempo transcurrido.
Y algunas similitudes:
- La inundación se produjo en dos fases con una diferencia horaria en torno a las 6 horas.
- Todas las inundaciones tuvieron lugar una vez terminado el verano.
Memoria histórica y climática al Sur de Valencia
En la región de Valencia desde el 16 de octubre de 1321 existen crónicas de riadas y sus efectos en la cuenca del Turia: 28 de septiembre de 1328, 6 noviembre de 1340, 17 agosto de 1358, 3 de noviembre de 1406, 25 de octubre de 1427, 28 de octubre de 1487, 20 de agosto de 1500, y la primera riada documentada en Valencia, que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1517. En ésta última ya se reflejan dos constantes observadas en las sucesivas riadas de la zona: la época del año y la inundación en dos fases con una diferencia horaria de unas 6 horas, incluso conociendo algún caso de inundación en lugares sin precipitación previa.
En la Edad Media, incluso en la Edad Moderna era común la ignorancia sobre la causa de fuertes inundaciones, y lo achacaban a causas sobrenaturales, acrecentando supersticiones y mitos propios del desconocimiento.
Más tarde, a inicios del siglo XX, a los habitantes de la zona el desconocimiento de términos como «gota fría» o «DANA» o «calentamiento global» o «cambio climático», y mucho menos los efectos del calentamiento del Mediterráneo en verano y la llegada de vientos fríos del norte a finales de verano y otoño, en especial sobre las laderas del interior valenciano sobre la cabecera del Turia y los abundantes cauces aledaños de ramblas y barrancos, no les impidió ser conscientes de las trágicas consecuencias de las riadas, algo que a fuerza de repetición acabó arraigado en el subconsciente colectivo del Levante español.
El 28 de septiembre de 1949, en plena posguerra, una nueva riada se llevó por delante unas 2.000 chabolas ubicadas en el cauce del río Turia, en las que se suponía vivían de 8.000 a 10.000 personas, en su mayoría procedentes de otras regiones. En aquella ocasión se adujo que la miseria y la necesidad de la época habían coadyuvado al asentamiento en -o junto a- el cauce obviando los problemas conocidos de la zona. Y en 1957 la desmemoria volvió a actuar con terribles consecuencias.
Análisis para la gestión del riesgo
La concienciación por el cambio climático incide con fuerza en Europa, así la Directiva Marco del Agua de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), ha servido de base para la proliferación de multitud de agencias, organismos y empresas que desarrollan proyectos, estudios, directivas tendentes a reducir en lo posible el efecto del cambio climático sobre los ríos.
Entidades colaboradoras de la AEMA como European Center for River Restoration describen así el objetivo en su página web: [sic] «La restauración de los ríos tiene como objetivo restaurar el estado natural y el funcionamiento del sistema fluvial en apoyo de la biodiversidad, la recreación, la gestión de inundaciones y el desarrollo paisajístico.»
La misma ECCR define su propuesta de la «Gestión moderna del riesgo de inundaciones»:
Al reconectar arroyos y ríos a llanuras inundables, antiguos meandros y otras áreas de almacenamiento natural, y mejorar la calidad y capacidad de los humedales, la restauración de los ríos aumenta la capacidad de almacenamiento natural y reduce el riesgo de inundaciones. El exceso de agua se almacena de manera oportuna y natural en áreas donde se mejoran valores como el paisaje atractivo y la biodiversidad y se pueden mejorar las oportunidades de recreación. De esta manera, la restauración de los ríos contribuye directamente a las estrategias sobre el cambio climático encaminadas a mitigar los efectos de los flujos máximos y sequías crecientes y de las sequías.
La eliminación de presas y otro tipo de obstáculos no naturales en el curso de los ríos se plantea como una de las soluciones, siendo causa de debate entre quienes están a favor o en contra.
Para el derribo se se aduce la antigüedad y falta de mantenimiento, así como la idea de que las lluvias serán cada vez más frecuentes e intensas. Sin embargo, de las más de 500 presas derribadas en España en los últimos 20 años, y pese a las directivas y dotaciones presupuestarias no se conoce que se haya llevado a cabo la previa restauración de las cuencas fluviales afectadas como se recomienda.
La clase política, al exigir que la Naturaleza siga su curso natural, deja visible la disonancia entre lo que dice y lo que hace con los lechos de ríos y barrancos llenos de arbustos y cañas sin mantenimiento alguno y pretendiendo que el agua fluya libre.
¿Cómo puede afectar a inundaciones y sequías la existencia o no de una presa? La Naturaleza tiene algunas respuestas, aunque la inteligencia de un castor y un político no sean comparables.

Para evitar el riesgo de inundaciones o mitigarlo y dado que la mediocridad inherente a la partitocracia solo le permite desarrollar planes, crear agencias y organismos, manejar presupuestos y utilizar mutuamente las catástrofes contra el contrario ante sus electores , y visto que la amenaza de inundaciones no solo sigue presente sino que ellos mismos auguran que aumentará la frecuencia e intensidad de lluvia sobre cauces con restauración proyectada y presupuestada pero sin realizar, solo queda intentar reducir o eliminar la exposición al daño de personas, bienes, infraestructuras, energías, etc.
La previsión climática, la historia y la orografía siguen confirmando la amenaza y los planes e inversiones para reducirla, a día de hoy son, en la práctica, utopía; por tanto, para reducir el riesgo solo queda reducir en lo posible la vulnerabilidad de personas, bienes e infraestructuras expuestas a inundaciones.
La tarea no es sencilla debido a la elevada densidad de población, industrias e infraestructuras que se han ido asentando y construyendo en las zonas consideradas inundables hasta ahora, así como las aledañas susceptibles de serlo en un futuro próximo.
Sin embargo la solución que ya ha propuesto la partitocracia es sorprendente: olvidando no solo las catástrofes de siglos anteriores sino la de hace menos de un mes ha decidido presupuestar miles de millones para reconstruir todo lo destruido. Es decir: recuperar la vulnerabilidad para que el riesgo -al aumentar la previsión de la amenaza- sea mayor.
Por tanto, anunciar con trompetas ya comenzado el siglo XXI que la causa de la catástrofe en estas inundaciones es el cambio climático viene a ser lo mismo que en el siglo XIII atribuirlas a supersticiones o brujería. Que el cambio climático existe solo lo puede negar un necio, pero de ahí a equipararlo con brujería como causa de todo lo malo para hacer negocio va un abismo. La catástrofe requiere ambas partes: amenaza y vulnerabilidad, si aumenta la vulnerabilidad (más viviendas, más empresas, más infraestructuras, etc.) y a la vez aumenta la amenaza (más cantidad, más intensidad) lo que hace el riesgo es aumentar, es decir: la próxima vez será peor.
Creo que en la lista de responsables falta alguien…