Una sociedad que ha conseguido no solo crear, sino también sostener, un sistema que determine por ley qué puede recordarse y qué está prohibido, qué se debe decir y qué no puede ser dicho o qué lenguaje debe utilizarse según la parte del país en que uno se encuentre, es una sociedad que ha decidido abrazar las ideologías y abandonar las ideas.
Culpar de ello a los partidos políticos sería un error. Las 8 leyes de educación que llevamos en estas 15 legislaturas, debidamente aderezadas con ideologías que inoculan la bondad de la integración inversa de los inmigrantes y el rechazo solidario a la excelencia, presentada ésta como una lacra que divide las oportunidades han sido -son- la causa de nuestro liderazgo europeo del fracaso escolar, y no son producto de un partido, sino de un sistema.
Solo habiendo alcanzado los necesarios niveles de miseria en nuestro intelecto podremos «elegir» como líder para representarnos a cualquier mediocre que nos señalen, y solo así ese mediocre podrá crear gobiernos con criaturas menos desarrolladas que él mismo, con contables mafiosos, adictas al tinte tipo aurea mediocritas, chulos de lumias, coloca familias, vagos profesionales revientaobreros, terroristas, sediciosos y cualquier otra actividad que facilite la mediocridad sostenible.