¡ Ay Carmena !

La alcaldesa de Madrid ha dicho que quiere proteger la salud de los madrileños, y con tal motivo ha dispuesto una serie de curiosas medidas. Quiere menos coches, más bicicletas más peatones y más zonas verdes. Viniendo de una venerable anciana de actitud protectora, es fácil caer en la tentación de creer que su interés realmente es la salud de los madrileños. Sin embargo, los hechos indican que esta señora anda como agazapá bajo la piel de un cordero. Cordero ecologista ortodoxo y feligrés comprometido del cambio climático, si, pero tan solo piel. En realidad, la salud de los madrileños le importa una higa, como vamos a ver.

Esta mujer propone una área que comprende la zona más antigua de la ciudad. Y ¿qué hay en ésa área?, negocios atractivos, locales atractivos (sobre todo al desaparecer la normativa de «renta antigua»), farándula y ancianos. ¿Para qué querrá restringir la circulación en dicha área?, pues según dice:

«Para garantizar la protección de la salud frente a los efectos de los contaminantes atmosféricos, contribuir a la lucha contra el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y potenciar la resiliencia urbana frente a los efectos climáticos. Además, se conseguirá reducir el ruido en el centro de la ciudad

El léxico es el convencional al uso del pensamiento colectivo: garantizar, proteger, contaminantes, lucha, cambio climático, efecto invernadero, resiliencia…   y añade que se espera reducir en un 40% la contaminación que sufren los madrileños. Lo que no dicen es qué madrileños. ¿Los que vivan justo dentro de la zona delimitada? ¿Los que vivan 50 metros más allá de la zona se van a seguir pudriendo? ¿Ya no va a moverse el aire y el aire contaminado de la zona oscura  no lo llevará el viento a la zona sagrada? ¿Pondrán lazaretos atmosféricos?. Si realmente quisiera proteger a los madrileños de «la contaminación» no lo haría únicamente de la atmosférica, sino también de la acústica, o la del suelo, o la térmica o la electromagnética, pero no. Solamente de la atmosférica. Por alguna razón es la única que le preocupa ocupa. Lo más vergonzante es que manifieste tener interés en reducir el ruido en el centro de la ciudad, cuando la realidad es que mas bien al contrario facilita la desesperación de vecinos de buen número de barrios de esa «zona protegida». Ya son legión los vecinos que están literalmente huyendo de la zona al no poder soportar las marabuntas que cual manadas invaden cada noche las calles de la mayor parte de esa «zona protegida» (¿Tendrá para ellos también una pancartaWellcomeRefugiees?).  A la buena señora le damos dineros para que disponga lo que el diccionario define como policía: «Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno», pero incomprensiblemente esa faceta policial en el Ayuntamiento de Madrid sencillamente no existe. No existe cuando se trata de custodiar el derecho al descanso. De custodiarlo en un país líder europeo en consumo de ansiolíticos, donde cada día se suicidan 10 personas y lo intentan 200. Es evidente que a la venerable anciana le preocupa la contaminación dictada por el pensamiento colectivo, peroooo la contaminación acústica y el derecho al descanso de sus vecinos, que se la demandan, se la trae al pairo. Es rotundamente falso que quiera proteger la salud de los madrileños, pues si quisiera hacerlo no podrían existir esas mesnadas que en estado salvaje vagan y rugen libremente por las calles de esos barrios noche si y noche también ante la ausencia manifiesta de una policía garante de derechos. Se han construido carriles bicicleta en buena parte de la ciudad… que lucen habitualmente vacíos; la bicicleta no resulta muy útil en una zona con desniveles muy pronunciados y con mayoría de vecinos mayores de edad; el propósito en si es loable, pero la realidad es la que es, y las pocas bicicletas que se ven suelen ser las que gestiona… el ayuntamiento de la insigne dama, dotadas al efecto de baterías, que desdicen un tanto el pretendido ejercicio «cardio saludable». Los bares sin horario y la infantil necesidad de los denominados «jóvenes» (hay pavos de más de 40 tacos) de molestar a toda costa porque si no, no conciben «divertirse» y capaz de acabar con el descanso del más sordo,  las limitaciones de acceso y el secuestro de clientes de los establecimientos de la zona,  van echando especialmente a comerciantes de toda la vida y a la gente mayor. ¿Se trataba de eso? ¿de vaciar toda la zona? ¿Y promocionando la invasión de los llamados «pisos turísticos» y la «okupación», para ayudar? A finales de los 60, en algunas facultades de Económicas se hacía referencia a una moda procedente de EE.UU. como «modelo» de inducción a la evolución económica de una zona determinada. Se trataba de localizar en una urbanización de gran lujo, la mejor de las casas que más céntrica resultara, y adquirirla. A continuación se alquilaba por un par de dólares al personal que menos desearían ver por la zona el resto de habitantes de la lujosa área. El símil que se utilizaba entonces era la típica troupe de gitanos con burros, cerdos, gallinas, perros y acostumbrados a hacer hogueras hasta en la cocina si arreciaba el frío. Era cuestión de horas que los vecinos quisieran vender sus casas para huir, pero nadie quería comprar y el precio bajaba y bajaba. Finalmente, el promotor de la operación compraba por un precio sensiblemente bajo todas las casas, metía un bulldozer que arramplaba con casa, gitanos y bichos y reacondicionaba toda la zona elevando el precio a su antojo. Lo que parece exagerado o un cuento para niños es lo que se hizo en Madrid con los aledaños de Gran Vía -por ejemplo- por alcaldes de PSP, PSOE, CDS y PP durante unos años. Por eso, esas maniobras más falsas que un euro de membrillo para «proteger la salud» de los madrileños, deberíamos ponerlas en cuarentena.
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